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Han transcurrido seis días del apagón que se ha convertido en referencia histórica para un antes y un después y todavía no sabemos cuáles han ... sido las causas. La tesis de un ciberataque, que causó verdadero miedo a muchos, parece descartada, aunque no del todo, y las explicaciones sobre un fallo técnico de semejantes magnitudes continúan siendo un verdadero misterio. Tanto la presidenta de la Red, la señora Corredor, como el presidente del Gobierno aseguran que no saben nada y después de escucharlos lo único que sacamos en claro es que ninguno de los dos hará lo que, ante tan supina y bien remunerada ignorancia, hacen sus colegas democráticos en otros países, dimitir de sus cargos y dejar que sean otros con mayor capacidad para asumirlos.
Entre tanto, los primeros cálculos de los daños materiales manejan cifras de varios miles de millones. Miles de millones que ahora habrá que ver quién asume, las compañías de seguros o el Estado, es decir, entre todos los contribuyentes. Sin olvidar, por supuesto, los daños materiales, verdaderamente gigantescos cuando se repasan los personales, que de una forma u otra afectan a muchos millones de personas entre portugueses, franceses y españoles, empezando por los que han perdido sus vidas y pasando por los que vieron afectada su salud, los más dolorosos, sin desdeñar los trastornos de los que permanecieron horas en los ascensores o los que quedaron atrapados horas y horas en los trenes y los gigantescos atascos en el tráfico, con la angustia de no poder comunicarse por teléfono.
Nadie hace alarde de ignorancia de los responsables políticos y técnicos. Y no sólo por algo tan elemental como el derecho a saber por qué falló un servicio prioritario por el cual pagamos una factura creciente cada mes, y en su mayor parte por los impuestos que la gravan. Otro daño muy importante que, como no es cuantificable, parece olvidado es el deterioro sufrido por la imagen de España, ya muy estropeada en el resto del mundo. Basta ver las portadas de los periódicos más importantes, donde nuestro país aparece como tercermundista, cuando ya parecía que lo habíamos superado. Y más cuando se recuerdan afirmaciones de Pedro Sánchez presumiendo de estar entre los más desarrollados. Habrá que esperar a ver cómo nos explican que ha ocurrido.
Por supuesto, se entendería mejor si se tratase de un apagón en una parte del territorio, pero al tratarse de un apagón total tardará mucho en olvidarse. Quedará como una referencia que sustituye a la pandemia: un antes y un después.
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