España y la Unión Europea
El jueves se cumplieron cuarenta años del ingreso de España en la Unión Europea. Cuando aquel doce de junio se firmaba el acuerdo de integración ... junto con Portugal, bien puede decirse que se colmaban las ilusiones de democratización e integración en el ámbito internacional que durante la dictadura habíamos tenido vedado.
La integración era un sueño que cuarenta años después no se ha visto defraudado. Nuestro país, que durante el franquismo tanto se aseguraba que en Europa no nos querían, hay que añadir que España fue bien recibida como lo prueban los españoles que durante bastante tiempo ocuparon desempeñaron cargos importantes tanto en el Europarlamento como en la Comisión.
En medio de la celebración de este aniversario tan redondo y significativo que España continúa siendo el cuarto país entre los veintisiete, pero también se impone recordar que su prestigio e influencia lejos de aumentar ha decaído; bien podría decirse que ha caído en picado. El presidente Pedro Sánchez ha dejado de ser una imagen de futuro.
Por el contrario, cada vez el papel de España se desprestigia al convertirse en un miembro que se caracteriza por crear más problemas con exigencias rechazables y rechazadas como el empeño cansino por conseguir la incorporación de las lenguas autóctonas como idiomas oficiales, cuando serían muchas más las que aspirarían a serlo también y aumentarían gastos.
Los ejemplos de esa consideración de país incordiante son numerosos. Apenas hace escasas fechas la Comisión dio a conocer su posición sobre el proyecto de amnistía a Puigdemont, que el Gobierno intenta cerrar como esfuerzo prioritario, y lo hizo con una claridad muy precisa. Se trata de una autoamnistía justificada por intereses políticos, que son los que sustentan al Gobierno.
La semana europea se completó el miércoles con un acuerdo negociado a lo largo de cuatro años sobre Gibraltar, el problema más dilatado de la política exterior. La salida del Reino Unido de la Unión Europea obligó a una negociación sobre el futuro de la colonia que se prolongó durante cuatro años. Y finalmente el jueves se firmó en Bruselas un acuerdo que deja mucho que desear.
Habrá que esperar a conocer la opinión de los expertos, pero a primera vista serán los gibraltareños, que no quieren ser españoles, los más beneficiados: desaparecerá la valla, la famosa valla que representa la frontera y los habitantes del Peñón bien puede decirse que disfrutarán de todas las ventajas de ser británicos y algunas de españoles. Para empezar, el tránsito por las fronteras como zona Schengen.
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