La fachosfera
El gobierno que preside Pedro Sánchez adolece de muchos problemas, pero uno de los más graves es sin duda su incapacidad para superar las críticas ... que cada día se va ganando. Una de las ventajas de las libertades que proporciona la democracia es poder enjuiciar y, llegado el caso, criticar o censurar la actuación de los que desempeñan las funciones públicas para las que han sido elegidos.
Es absolutamente normal que entre los casi cuarenta millones de personas que somos los españoles haya una variedad de formas de pensar y de expresarse distintas y contrarias. Sólo en las dictaduras, como la que pasamos en España hace setenta y cinco años, se imponía aceptar un pensamiento único entre la diversidad, a menudo punible, sobre la actuación de los gobernantes que no habíamos elegido o censuramos.
No es el caso o, al menos no debería serlo, de lo que ocurre ahora. La libertad existe, es legal y es imprescindible que funcione. Opinar, apoyar y discrepar, lejos de empeorar la convivencia, suma, sin que por sumar se entiendan las imposiciones que se han aprovechado de este verbo para convertirlo en dogma político exclusivo. Todas las buenas reglas de la democracia implantadas en la Constitución y en la Transición se han esfumado.
El poder ejecutivo se resiste a aceptar que no es el dueño, que hay otros criterios con los que tiene que compartir principios y funciones. La oposición parlamentaria goza de una legalidad y hasta responsabilidad que, lejos de valorarla como representante de una buena parte de los ciudadanos, no se respeta. Ni siquiera se les dirige la palabra a sus líderes salvo para descalificaros e incluso para insultarlos. Discrepar es necesario cuando no se está de acuerdo e intentar buscar un entendimiento, pero las formas son obligadas.
Incluso el siempre digno término que en la política se describe denominada como oposición, en España ha venido degenerando en un tono despectivo y hasta agresivo a menudo. Y hasta está siendo apodado despectivamente con una expresión que intenta calificar y condenar a los discrepantes. Por si faltasen adjetivos en el diccionario, se ha institucionalizado un término, 'fachosfera', con el que se pretende descalificar y despreciar a cuantos se arriesgan a expresar al Gobierno y su entorno.
Entre ellos hay muchos, incluso que se sienten socialistas, que votan y han votado las candidaturas socialistas y en la crisis institucional como la que estamos viviendo sienten la confusión y algunas veces la necesidad de expresar sus opiniones discrepantes. Sentirse considerados como miembros de esa 'fachosfera' que también les engloba debe de resultarles muy duro. Llegar a sufrir semejante insulto está agotando todos los límites.
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