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Las tormentas políticas no dan tregua y el Gobierno de Pedro Sánchez resiste bajo las goteras que, lejos de desaparecer, cada día amenazan más desde ... un tejado cuya fragilidad amenaza con hundirse por mucho que el presidente se empeñe y se vuelque en derivar la realidad hacia desmentidos y argumentos cada vez más frágiles. Los ciudadanos que siguen la actualidad cada mañana, a través de la radio o su periódico habitual, lo mismo impreso que digital, se preguntan con una interrogación que está sentando hábito, ¿cuál es hoy el escándalo nuestro de cada día?
La realidad no se toma vacaciones. La rapidez de la sucesión de nuevos hechos alarmantes ayuda a ir olvidando los pasados, que enseguida se ocultan ante los más recientes. Todavía siguen latentes desastres inexplicados e inexplicables como el apagón o el desastre en el funcionamiento de la red ferroviaria, que después de dos semanas continúa torturando a millares de viajeros sin que el ínclito ministro de Transportes se digne pedir perdón. En su lugar, lejos de calmar a los pasajeros, la falta de explicaciones incrementa su indignación al interpretarla como un argumento para no pagarles la indemnización por los retrasos.
Cuando me siento a escribir este artículo semanal en exclusiva para el diario EL COMERCIO, que me mantiene en contacto desde hace años con Asturias y los asturianos, siempre me entran dudas sobre la vigencia de su actualidad. Las horas que median con su difusión sé que es probable que afecten a su fidelidad. Hoy, cuando escribo, el escándalo que despierta el interés periodístico y la indignación de muchos son las filtraciones de las comunicaciones por WhatsApp entre Sánchez y José Luis Ábalos, el ex ministro acosado por las denuncias de múltiples irregularidades económicas en su gestión al frente de las obras públicas. Unos intercambios de mensajes que reflejan las implicaciones de la esposa del presidente en las negociaciones para salvar a la compañía aérea Air Europa de su endeudamiento y evitar que sea rescatada por el grupo inglés del que forma parte Iberia.
Si se trata de una revelación grave, casi peor aún es el empeño de algunos miembros del Gabinete y del PSOE por acusar a los periodistas, que en uso del derecho a la libertad de expresión investigaron los hechos y los publicaron, cuando en realidad lo que se impone es que se profundice en algo que la opinión pública tiene derecho a conocer. El presidente, que una vez más se aferra al poder – cada vez más precario y más caro, dicho sea de paso– ante los escándalos que en cualquier otro país democrático ya le habrían hecho dimitir o convocar elecciones anticipadas. Pero él, que hasta ahora ha perdido las elecciones generales, europeas y autonómicas, además de ser sus proyectos derrotados sistemáticamente en el Congreso y el Senado, intenta perpetuarse, sea cual sea el precio.
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