Secciones
Servicios
Destacamos
Si me permiten, esta semana voy a darles unas breves vacaciones a la política, que entre Donald Trump y Pedro Sánchez, no deja tregua. Cuando ... era pequeño, recuerdo que llegado este tiempo invernal apenas se hablaba de la gripe.
Realmente era de lo poco que se podía hablar en voz baja y escribir solo elogiando los esfuerzos del Gobierno para paliarla. Pero lo cierto es que quien más quien menos estaba pasando la gripe, empezando a sentir sus síntomas con preocupación o, en el mejor de los casos, feliz de haberla superado.
Han transcurrido varias décadas, todos los órdenes de la vida han progresado hasta límites insospechados. La ciencia ha avanzado de manera admirable: muchas dolencias para las que no había alternativa, tienen hoy tratamiento normal y son ya muy pocas las enfermedades para las cuales el pronóstico es irreversible. Incluso han surgido epidemias nuevas, convertidas en pandemias, que en pocas semanas se llevaron por delante muchas vidas, pero la investigación científica enseguida salió al quite y en poco tiempo encontraron vacunas bastante eficaces y tratamientos adecuados. Lo más sorprendente es que para una enfermedad tan frecuente y tan conocida no se haya encontrado ningún remedio.
Hay vacunas, por supuesto, y cada año se anuncia que ha llegado el momento de ponerla, pero la realidad es que su eficacia es dudosa. Cada vez se escucha más que «tengo la gripe y eso que estaba vacunado». Los médicos no encuentran respuestas. Parece que existen muchos tipos de variantes y las vacunas no las cubren todas.
Actualmente los diagnósticos se centran mucho en la Gripe A, lo cual hace deducir que existe también una Gripe B, de la cual apenas se habla. Las explicaciones sobre las diferencias entran en argumentos científicos que cuesta entender a los profanos.
La conclusión es que no existen diferencias. Existe un tratamiento único en el que coinciden los médicos, Paracetamol, unas pastillas, relativamente nuevas que da la impresión de que sirven para todo, en tres dosis cada ocho horas al día.
Por experiencia me atrevo a afirmar que el efecto que hacen es fácilmente descriptible. Pero, por lo que se deduce, es lo que hay. Y eso lleva a preguntar por qué la ciencia y su inteligencia artificial no ha sido capaz en tanto tiempo de encontrar algún remedio para la gripe, que tantos trastornos naturales y laborales causa y no haya mejorado en su amenaza invernal.
No sé, pero entiendo que las enfermedades graves sean prioritarias, pero las menores también merecen mayor atención. En fin, de momento la receta ya la sabemos, «paracetamol y descansar».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.