Una guerra sin terminar
El comienzo del final de la guerra de la Franja de Gaza es una de esas buenas noticias que son recibidas con una sensación de ... descanso colectivo. Han sido dos años de una provocación dramática y una respuesta implacable que ni un solo día dejó de estremecer a la sensibilidad colectiva con todas las miserias de que es capaz el deseo de venganza, con el odio y la muerte sumando números sin perspectivas de ser la última víctima.
Estos días, por fortuna, ha surgido la esperanza en una sensatez que se venía reservando entre las dos partes implicadas, Israel y la guerrilla terrorista de Hamás, y casi podría decirse que, de la noche al día, estalló una vía para abrirse a la paz deseada. Nunca hay que perder las esperanzas por cuesta arriba que se vislumbren. Escribir de paz en esta guerra exige limitarla a exigua y valorarla por cuando significa del paréntesis que se ha abierto al dejar de matar y morir de un disparo, un bombardeo o incluso de hambre.
Las guerras nunca se olvidan, la historia se encarga de preservar su recuerdo, y esta de Gaza no será menos, aunque todavía sea un poco pronto para darla por finiquitada. La firma del acuerdo cerrado contra el reloj partiendo de una orden propuesta por el poderoso Donald Trump. Un acuerdo que anticipa algunos matices importantes: cesarán los bombardeos y con ellos las pérdidas humas, se devolverá la libertad a los rehenes y se podrá seguir tratando los otros asuntos cruciales del futuro.
Israel retirará la mayor parte de los efectivos militares de la Franja y Hamás abandonará las armas, pero seguirá la duda sobre la situación y ordenación del territorio, destruido en buena parte por las bombas, descapitalizado por el desastre y sus abigarrados dos millones de habitantes sin una administración pública capaz de restablecer el control. ¿Volverá a ser integrada Gaza en la Autoridad Palestina çon la que Hamás había roto? Y, ¿la Autoridad Palestina conseguirá convertirse en su deseado Estado?
Israel, y más concretamente Netanyahu, el duro primer ministro y el difícil Gobierno de coalición que encabeza, han conseguido parte de sus objetivos, pero aún se reservará darle el visto bueno al acuerdo de la paz y la satisfacción de ver el retorno de los 48 rehenes a cambio de los dos mil prisioneros que liberarán. Todo son problemas que seguirán surgiendo conforme se vaya intentando la búsqueda de una normalidad, que además de las diferencias internas en la disputa por el pequeño territorio a dividir, está también la situación geopolítica que mantiene a la Zona en peligro de una contienda de mayores proporciones.
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