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La muerte del Papa Francisco ha causado mayor emoción mundial de lo que se esperaba. Quienes opinaban que la religión católica estaba sufriendo un descenso ... de creyentes y practicantes es evidente que estaban equivocados. Las reacciones procedían desde todos los rincones de la tierra, muchas de ellas incluso de seguidores de otras religiones. En la prensa norteamericana, por ejemplo, la noticia y la biografía del primer pontífice de lengua española en varios siglos ocupaban portadas y páginas enteras de periódicos tan importantes como The New York Times o The Washington Post.
En un principio, una buena parte de los análisis coincidían en destacar su inclinación permanente por los problemas sociales. Era, sin demasiada discreción, un abogado defensor de los indigentes y, por supuesto, de los migrantes y también de los trabajadores en los países desarrollados que reciben salarios muy bajos para cubrir sus necesidades, empezando con los problemas que plantea en muchos países conseguir una vivienda tanto para comprar como para alquilar. En la preocupación política y popular que despiertan las migraciones, el Papa siempre se pronunciaba en su derecho y defensa.
Pero pasados los días y en la espera de la celebración del Cónclave del que tendrá que salir su sucesor, algo que despierta todo tipo de pronósticos –como si fuese fácil anticipar lo que decida más de un centenar de cardenales de todos los continentes–, y cuáles serán sus ideas e intenciones de continuar los cambios que Francisco llevó a cabo, en muchos casos con discreción y emprender otros cruciales como poder el papel de las mujeres o el celibato de los sacerdotes. La Iglesia enfrenta la necesidad de adaptarse a la modernidad del tiempo en que vivimos. No parece nada fácil, aunque hay que recordar que esto ya ocurrió en incontables situaciones parecidas a lo largo de más de dos mil años y siempre, en todos los casos consiguió superar las dificultades, incluidas las persecuciones, y consiguió salir airosa del reto. Casi nadie duda que en esta ocasión no será diferente.
Pero, volviendo al recuerdo del Papa Francisco y a los principales detalles, al pasar los días la atención incorporó cierta polémica inevitable que se centra en su actuación como Sumo Pontífice y no sólo ante los problemas sociales, lo cual chocaba con las críticas y suspicacias de los ultraconservadores que especialmente en Europa, están incrementando su influencia política e integrados ya en algunos gobiernos. A diferencia de algunos de sus predecesores, su intervención en la política internacional se considera que ha sido escasa. Otras circunstancias la valoran. La realidad demuestra que un Papa es infalible, pero nunca perfecto en la opinión de todos.
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