Los senderos de Asturias

Diego Carcedo

Oviedo

Domingo, 2 de noviembre 2025, 01:00

Ignoro si en Asturias, donde paso menos tiempo del que me gustaría, se está apreciando la importancia turística que merecidamente está adquiriendo el Principado. No ... caben comparaciones y cuando se habla de turismo no se piensa ya tanto en Marbella, Benidorm o Ibiza –con su turismo masificado y no siempre muy selectivo–, pues en muchos lugares de España e incluso de Europa el principal atractivo no se circunscribe a las playas, pues están empezando a descubrir el Norte: Galicia, Cantabria y, especialmente, Asturias.

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El Principado siempre ha tenido atractivos especiales, primero por sus recuerdos históricos y culturales, como Covadonga y el prerrománico, o naturales, entre los que destacan los Picos de Europa o el Sueve, el desfiladero de los Beyos o la supervivencia de los caballos asturcones, que nos remonta al recuerdo de los romanos y más tarde en el intento de invasión de los árabes. Nuestra historia es muy antigua y si su riqueza monumental, como la que puedan representar las grandes catedrales góticas no es mejor, la orografía asturiana lo supera todo. Y siempre sin olvidarnos de la gastronomía, fiel a las esencias, y su generosidad, sobre la que el viajero nunca escatima elogios a su regreso. Este verano hasta escuché muchas alabanzas sobre lo menos recordado, la climatología asturiana. Apenas llovió y la humedad casi no se hizo sentir. Fue algo que, eso sí, fui el primero en lamentar, porque por más que intenté aprovechar no coincidí ni un solo momento con una de las cosas que más he añorado en mis vueltas por el mundo: el orbayu, al que sentía exponer la emoción que me causaba a veces, cuando pasaba por Oviedo, caminando por la calle Mon con mis inolvidables Juan de Lillo, Graciano García, José Vélez o Evaristo Arce, entre tantos.

Ahora, que me toca más escuchar que ver, entre tantos conocidos que me contaron felices sus experiencias en Asturias, oí a muchos hablar con entusiasmo de algo que quizás algunos conozcamos, aunque está poco valorado: los senderos que alberga nuestra geografía regional.

Muchos son conocidos y admirados, pero hay muchos miles – sin exagerar– de kilómetros de bosques con riachuelos cantarines que podría decirse que son inéditos. La población asturiana, repartida en pequeños pueblos, aldeas y caseríos goza de una admirable red de carreteras y sendas que casi no dejan a ningún vecino incomunicado. Todo lo bueno a veces no es perfecto: la realidad es que estas mejoras han destrozado los senderos. Siguen existiendo, pero cada vez más olvidados y muchos ya intransitables. Descubrirlos y redescubrirlos es un atractivo nuevo, maravilloso para los turistas. Al adentrarse en ellos saltando obstáculos, escuchando pájaros que cuesta identificar, sin navegador ni mapa, uno siente la extraña sensación de que sueña. Sentirían los descubridores y exploradores estar pisando un trozo de tierra inédito.

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