Espacio público, negocio privado
PLAZA MAYOR ·
Los últimos acontecimientos aconsejan conceder a José Luis Ábalos Meco, titular de la cartera ministerial de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, la medalla imaginaria -y ... no pensionada- al peor ministro para Gijón de los encargados de las obras públicas en el Gobierno de la nación en lo que va de siglo: Álvarez-Cascos, Magdalena Álvarez, José Blanco, Ana Pastor, Íñigo de la Serna y él mismo. Hasta ahora merecía ese singular reconocimiento Ana Pastor, ministra de Fomento con el PP desde el 22 de diciembre de 2011 al 19 de julio de 2016, más de cuatro años y medio de mandato en los que consiguió no hacer nada que favoreciese a Gijón. Ábalos lleva en el cargo ya para tres años y ha sido capaz de sembrar el desconcierto acerca de los planes para la integración del ferrocarril en Gijón (la estación intermodal y obras complementarias) además de paralizar del todo las obras del desdoblamiento en autovía de la carretera AS-19 entre el enlace en Lloreda con la autovía del Cantábrico y el semienlace de Veriña con la carretera de la Peñona a la ZALIA, poco más de tres kilómetros, en total.
Gijón pinta poco en el ministerio de Ábalos, y lo poco que pinta, pinta mal, porque hasta en la propaganda ministerial no atinan a poner en su sitio las infraestructuras relacionadas con el municipio gijonés. Hace unos días, cuando se dieron a conocer los detalles de la nueva carretera de acceso a El Musel por Jove, en el plano descriptivo figuraban las líneas férreas Gijón-Cudillero y Gijón-Pravia, que en realidad son una sola, a la vez que se omitía cualquier referencia, imprescindible, a la línea Gijón-Laviana. El hecho es revelador de que en las covachuelas ministeriales dependientes de Ábalos parecen no ver más allá del paseo de la Castellana y habría que recordarle al ministro que Asturias no es Madrid (y que Gijón no es Oviedo). Él debería saberlo.
Pero la culpa de la postergación de Gijón es nuestra. Quiero decir de Gijón, cuyos representantes elegidos, con la alcaldesa a la cabeza, e incluida la inoperante oposición, se resignan con mansedumbre ovina ante los designios ministeriales (la llamada sociedad civil no está). En este sentido, parece inevitable recordar con melancolía los tiempos en que las reivindicaciones gijonesas eran firmes y constantes, con independencia de quien gobernara en Madrid.
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