Una frivolidad presupuestaria

Domingo, 30 de mayo 2021, 22:34

Es un hecho que el Ayuntamiento de Gijón, como otros, desempeña funciones subsidiarias que deberían asumir otras administraciones públicas. La asistencia social, en el sentido ... más amplio, es el terreno donde mejor se aprecia esta clase de acción municipal, que requiere la aplicación de cuantiosos recursos económicos. Se trata de una costosa realidad asumida con generosidad por el concejo, que alcanza en este orden de cosas niveles de excelencia.

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De ello puede sentirse orgulloso el que es el decimoquinto municipio más poblado de España, superior en número de habitantes, no sobra recordarlo, a 37 capitales de provincia y a nueve provincias (sirva de referencia que triplica la población de la de Soria). Carece, sin embargo, de las ventajas que a otros ayuntamientos concede la capitalidad en forma de abundancia de empleo público, estable y bien remunerado, que se traduce en consumo, inversión y empleo inducido. No es difícil imaginarse las menores dimensiones y potencialidad, en todos los órdenes, que tendrían Oviedo o Madrid sin las nóminas de los funcionarios de sus administraciones públicas.

Esa carencia, añadida a la infrarrepresentación política derivada de que con frecuencia se gobierna y legisla en función de las hectáreas y no de las personas, no impide que se mantenga y aun crezca la subsidiariedad ejercida por el Ayuntamiento de Gijón como contribución al bienestar de sus munícipes. La pandemia de la covid-19 ha llevado a ampliar coyunturalmente el ámbito de actuación, con ayudas directas en dinero e indirectas con exenciones de tasas, a autónomos, pequeños empresarios, hostelería y comercio. Es comprensible. Lo que no se entiende es que ahora mismo, todavía en tiempos de tribulación económica, persista el vicio de subvencionar el 'show business'. Divertia, esa máquina municipal de perder dinero, acaba de acordar la concesión de tres aportaciones de 50.000 euros cada una a otras tantas empresas privadas del ramo. No hay argumentación sólida a favor de estos dispendios. El negocio del espectáculo siempre fue privado, y rentable, en Gijón. Víctor Manuel, que volverá a actuar en Asturias este verano, ya amenizaba el verano gijonés en 1971. Y en las mismas fechas actuaban aquí Camilo Sesto y Lola Flores. Todos ellos en escenarios propios de empresas privadas, que ganaban dinero con su actividad y atraían gente a Gijón sin costar un céntimo a las arcas municipales. Por Gijón pasaron todas las estrellas de la canción y del teatro contratadas por empresarios que asumían el riesgo inherente a su dedicación. Ahora se subvenciona a empresas que no tienen locales -se los cede el Ayuntamiento a precio irrisorio- y no son de hecho más que una razón social, un nombre y una oficina quizás, con recursos propios de escasa cuantía. Por eso es una frivolidad presupuestaria que no tiene un pase la entrega de dinero municipal como contribución a la organización de espectáculos cuya entrada más barata cuesta 35 o 40 euros, cantidad inasumible para la mayoría de la población gijonesa agobiada por la pandemia y sus efectos, y representada políticamente, qué sarcasmo y qué error, por los responsables de la donación.

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