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Desde que tengo poder sobre qué me pongo (con la excepción del uniforme) no he llevado vestidos. Al contrario que amigas, madre o hermana no he lucido los vestidos mexicanos bordados con los que tan suelta se iba. Algunas los usaban durante el embarazo. Toma New Look, Christian Dior, puedo sacar la barriga. Ahora llevar esos vestidos está muy pero que muy mal. No esos, que supongo que también, sino un modelo de Zara que molesta a México. No por plagio, por apropiación cultural. Oye, peor que para Marruecos traerse a un sátrapa del Frente Polisario a Logroño. Zara tiene (o tenía, que lo mismo han cedido a la idiotez) un vestido al estilo de los huipiles bordados a mano por artesanos indígenas. Lo mejor es la carta que la Secretaría de Cultura (el ministerio) ha remitido a Inditex. Que expliquen «con qué fundamentos se privatiza una propiedad colectiva» que tiene un origen «identificado en diversas comunidades oaxaqueñas». Otras firmas han tenido la misma desfachatez. Estoy escondiendo las máscaras de El Santo y El Rayo de Jalisco que me compré en Guanajuato no se vayan a molestar por que me gusten las cosas de México con la excepción de los feminicidios y el descacharrarante Gobierno.

Claro que México no me va a decir lo que me puedo poner. Pero todo es un empeño permanente por indicarnos los caminos del bien. El CGPJ cree que la Ley de Memoria Democrática puede ir contra la libertad de opinión. Creemos que China está lejos. Que lo de permitir un hijo era un escándalo. Luego se permitieron dos. Y ahora tres, que parece que estén haciendo caso a Ana Iris Simón.

Por mí se pueden meter esas baticas por el chipotle, pero estoy por hacerme con un vestido para defender la libertad.

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