Gambito de Ayuso

La suya no es una maniobra hecha a la ligera. Ahora el tablero ha cambiado y las piezas han de volver a colocarse, pero nadie tiene claras ni las reglas ni el juego, salvo ella

Los amores de elecciones se han roto. PP y Ciudadanos, a pesar de lo mucho que les unía, a pesar de que parecía que su ... idilio prometía eterno, se divorcian en Madrid. Compartían afectos, manías, formas de ver la vida y de llevar la casa, pero, al final, el roce no ha hecho el cariño, sino que ha provocado fricciones y ha dejado al descubierto que una parte de esa unión no estaba, en realidad, satisfecha. Hay quien ha nacido para vivir solo, como Isabel Díaz Ayuso, para volar en solitario y no repartir el imperio.

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Ayuso, esa muchacha de mente desnuda que ha logrado lo inimaginable y que logrará, al tiempo, -lo dije una vez y lo mantengo-, gobernarnos a todos, tal vez no sea la política más aventajada de la clase ni la más despierta, pero tiene el don de la oportunidad. Además, también cuenta con un asesor, Miguel Ángel Rodríguez, alias MAR, que sí que tiene la cabeza bien amueblada y que la colocará adecuadamente donde convenga, para que esta llegue primero a dirigir el Partido Popular y, después, la Moncloa. No me cabe duda.

Las maniobras de Ayuso han dejado a todos descolocados, con el pie cambiado, tanto al consorte de su unión política, Ciudadanos, como al resto de partidos, pero lo más gracioso de este asunto es que ha dejado descentrado incluso a su jefe, es decir, al desdichado Pablo Casado al que últimamente se le acumulan los problemas. No sé si jefe es la palabra adecuada, ya que tengo la sensación de que Ayuso no tiene más jefe que el poder y, en todo caso, si apuramos mucho, Aznar. Otro que también influye, cada vez que habla, en las desdichas del pobre Casado.

Un amor pasajero sin pasión ni cariño que acaba en divorcio y que lleva a unas nuevas elecciones en Madrid, ante las que la mayoría de grupos actúan con cierto susto. No se lo esperaban y les toca posicionarse, y hacerlo con rapidez, medir sus fuerzas y tantear el terreno. Quizá buscar alianzas y, algunos ya lo han hecho, nuevos candidatos.

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Y todo en un momento en el que la ciudadanía está bastante enfadada con los políticos y castigará especialmente a aquellos que se han encargado de gestionar la situación de forma global: PSOE y Unidas Podemos. Un castigo fruto del cansancio, así como del hartazgo ante la gran cantidad de incongruencias que vivimos en cuanto a normas y restricciones. Como muestra, fíjense esta Semana Santa en las noticias, cuando nos hablen de los turistas de visita por España, mientras nosotros seguimos encerrados perimetralmente.

Así las cosas, Ayuso lo tiene fácil. El PSOE y Unidas Podemos están muy tocados, casi fuera de combate, a pesar de las maniobras de estos últimos para hacerle frente. Creo que Iglesias no podrá con ella. Ciudadanos, a los que las cosas no les van nada bien, tampoco suponen ningún peligro. Mucho tendrían que cambiar las circunstancias para que los naranjas levantaran cabeza. A lo mejor Más Madrid, quizá en coalición, es la opción que más daño puede hacerle a la madrileña, pero el factor sorpresa juega a favor de Ayuso. Por último, está Vox, si bien, estos ni le preocupan. Ya se ha encargado ella de hacer constantes guiños a su potencial electorado en los últimos meses. De ahí, por ejemplo, algunas de sus recientes declaraciones, sacadas de las cavernas, sobre la violencia de género. Y es que no es esta ruptura una maniobra hecha a la ligera. Quien piense eso, se equivoca porque esto es una operación calculada a la perfección y diseñada con tiempo. Solo ha tenido que esperar la coyuntura idónea, algo que Ciudadanos le brindó con su fracaso en Murcia. Ahora el tablero ha cambiado y las piezas han de volver a colocarse, pero nadie tiene claro ni las reglas ni el juego, salvo Ayuso.

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