Ganas de dar la lata
PLAZA MAYOR ·
Q ue los estudios realizados hayan llevado a la conclusión de que el carbón que la mar trae de vez en cuando a la playa ... de San Lorenzo no procede de la carga del granelero 'Castillo de Salas', hundido en aguas gijonesas el 11 de enero de 1986, además de poner fin a un debate bizantino, no debería significar también la anatematización de El Musel -ni, en particular, de la última gran ampliación portuaria- como causa de los males que aquejan al principal arenal del concejo.
En El Musel, desde su creación, siempre hubo tráfico carbonero, de exportación hasta los años setenta del pasado siglo y de importación, en cantidad muy superior al anterior, desde esos años hasta ahora mismo, para suministro de las dos grandes siderúrgicas integrales Uninsa y Ensidesa, hoy resumidas en una, Arcelor, y para quemar en centrales termoeléctricas de Asturias y de León. Y todavía hace sesenta años y pico había embarques de carbón en lo que hoy es puerto deportivo: en los muelles de la Sociedad de Fomento y en el antepuerto, y era frecuente una escena hoy inimaginable: el corte del tráfico de vehículos en la calle del Marqués de San Esteban por el paso de trenes cargados de hulla desde la red ferroviaria hacia las instalaciones portuarias. De modo que la cercanía de la playa al tráfico carbonero no es de ahora y cuando los expertos dicen que de esa procedencia, por vía marítima, no aérea, arribaron y arriban las muestras de carbón que aparecen en la vecindad del Muro, no cuesta trabajo creerlos, porque parece una deducción razonable de los análisis llevados a cabo con las muestras recogidas sobre el terreno. Que entre ellas hayan aparecido también restos de antracita no deja de ser llamativo, sin embargo, porque de esa clase de carbón no ha habido comercio, que se recuerde, en los puertos gijoneses, lo que demostraría la reconocida capacidad de la mar como medio de transporte a larga distancia.
En cuanto a las alusiones al Piles, como acarreador de desechos del lavado de carbón en Mina La Camocha, se puede afirmar, con base empírica, que de haber existido antes del cierre de la explotación de Huerces, fue de entidad inapreciable. En el Piles había muiles, anguilas (y angulas, por tanto), sueños, pescardos, aguarones... Y suciedad, pero no tanta como ahora, cuando el río ha devenido en alcantarilla al aire libre.
El río es la fuente contaminante de las aguas de la playa, como lo son, no en grado menor, las aguas residuales que, no operativa la planta de pretratamiento e inacabada la depuradora de Somió, se vierten al Cantábrico, sin tratar, por Peñarrubia. Igual que hace más de medio siglo, cuando eran bombeadas desde la casa de máquinas, que ya estaba allí, cerca de la margen derecha del Piles, muchos años antes de que aquellos parajes se poblaran de chalés. Esta es la polución inadmisible que perjudica a la playa y al conjunto del litoral gijonés, no las inocuas mareas de carbón que arriban a la arena, porque solo son contaminación estética, únicamente molesta para la vista y no mancha ni envenena. De la zuna de magnificar su aparición esporádica cabría decir que solo es homologable con las ganas de dar la lata.
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