Sobre la elíptica, esa máquina diseñada para no llegar nunca a ninguna parte, (metáfora perfecta de la vida actual), en mi clase de Indoor Walking, ... entre sudores y ritmos electrónicos, me dio por pensar en cómo el lenguaje también pedalea sin rumbo, en esa manía de rebautizarlo todo en inglés. Porque últimamente parece que hablar español es casi un crimen contra la modernidad profesional. En el gimnasio ya no se hacen estiramientos, ni abdominales, ni se levantan pesas, ni se corre en la cinta. No, ahora todo es body pump, body balance, core training o functional workout. Para elegir una clase hay que hacer primero un máster en fitness bilingüe. Pero la epidemia no se queda en el gimnasio. En las empresas ya no hay jefes, sino CEOs (antes conocidos como 'jefes con corbata'), que no hacen reuniones, sino meetings, y organizan summits para redefinir el mindset del future of work. Convocan a changemakers y freelancers para co-crear ideas disruptivas con impacto. Traducido: charlas eternas, café de especialidad y postureo profesional.
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La fiebre del corporate English también ha contagiado a las instituciones. Las universidades hacen open days, los ayuntamientos lanzan smart plans y las consejerías publican roadmaps estratégicos para impulsar el talent local. Por las calles, los carteles públicos anuncian 'Asturias Future Hub: connecting minds for innovation', mientras se cuestiona el uso de nuestra propia llingua en un texto oficial. El inglés se aplaude como símbolo de apertura y el asturiano se tacha de ideología, curiosamente por quienes juran proteger lo nuestro frente a lo extranjero, mostrando así la contradicción. Esta misma lógica se aplica al lenguaje inclusivo. Si alguien propone usar expresiones que eviten el masculino genérico, por ejemplo, 'personas' en lugar de 'hombres' o emplear el femenino en profesiones como jueza o médica, se desata el drama, se escandalizan mientras abrazan los anglicismos sin pestañear. Lo que realmente les molesta no es el idioma, sino lo que ese lenguaje pretende desafiar en su mundo y sus privilegios. Así seguimos: pitchando ideas y briefeando sueños, mientras el castellano se llena de anglicismos, la llingua espera su turno y la igualdad gramatical queda fuera del scope. Hablamos en inglés, soñamos en Genially y olvidamos nuestra propia lengua. Muy smart, muy trendy, muy on brand, pero profundamente colonizados.
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