Oscuridad
Geles García
Viernes, 2 de mayo 2025, 02:00
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Geles García
Viernes, 2 de mayo 2025, 02:00
El día del apagón disfrutaba unas vacaciones, tomando el sol al borde de la piscina, cuando escuché a un monitor mencionar que no había luz ... en toda España. Al principio no le presté mucha atención. Poco después, al oír una conversación telefónica cercana —madre e hija hablando de bombonas de gas, garrafas de agua y hornillos— comencé a tener una sensación de inquietud. La calma que hasta entonces ofrecían el sol y el agua quedó desplazada.
Recordé un documental sobre la Segunda Guerra Mundial, justo antes de la invasión de Polonia por las tropas de Hitler en el verano de 1939. La población disfrutaba despreocupada: terrazas llenas, risas, el mundo ignorando la catástrofe que se avecinaba. ¿Y si aquel corte de luz era el preludio de algo muy grave?
Los murmullos no tardaron en correr: Putin, Irán, un conflicto internacional… todo apuntaba a una amenaza global. Los escenarios distópicos que antes pertenecían a la ciencia ficción ahora ya no parecían tan lejanos.
Reflexioné sobre la obsesión de Europa por invertir en armamento cuando, hoy, un ciberataque o un apagón pueden paralizar países sin un solo misil. ¿Tiene sentido seguir gastando en armamento tradicional cuando la guerra se puede librar con un simple corte de energía?.
Ya no pude seguir disfrutando del sol y me fui a la habitación del hotel, donde gracias a las placas solares, aún había luz. Pude ver la televisión y comprobar que la situación no era tan alarmante como se decía en los pasillos.
Estos hechos muestran que la desinformación actúa como un virus, propagándose a una velocidad mayor que la luz. Sabemos que un mundo hiperconectado puede colapsar con un simple clic, pero también que la educación es un arma muy poderosa para enfrentarse a las emergencias. Sin una formación crítica, basada en información veraz, cualquier rumor puede transformarse en pánico.
La vida sigue tras el apagón, pero nos sentimos más vulnerables, y no solo por el alcance tecnológico, sino también por la indiferencia institucional. La comunidad del Cervantes lleva tiempo en un 'apagón' burocrático, luchando por acceder a las instalaciones, mientras que para la consejera y el director el corte de luz institucional parece no tener fin y siguen sin intención alguna de encender la luz.
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