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Aristóteles definió los refranes como fragmentos de una viejísima sabiduría, preservados de los naufragios y las ruinas del tiempo gracias a su brevedad y a ... la justeza de su tono.
A esta categoría pertenece el que dice: «Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, pon las tuyas a remojar». Lo que traducido al caso que nos ocupa significa: «Pedro, tu tiempo se acaba, tienes los días contados».
Y eso será así, porque la ola democrática que recorre Europa es imparable. Es más, en el viejo continente, España, juntamente con Malta, son una anomalía política. Bueno, España más que una anomalía es una deformidad del sistema democrático: el perdedor de las elecciones gobierna asociado con lo peor de cada casa, a quienes tiene que ofrecer semana tras semana sacrificios humillantes en forma de indultos, amnistías, traspaso de competencias y concesiones dinerarias ingentes. Y para mayor afrenta y vejación, negociando en el extranjero con un prófugo de la justicia. ¿Cómo reaccionaría la ciudadanía si el protagonista fuera el PP? Es realmente vergonzoso que la sociedad acepte esta situación con naturalidad, lo que da idea del nivel de compromiso con las reglas del sistema. Mientras reciban la paguita, otra de gambas.
No llego a comprender por qué una parte de la almibarada, anestesiada y apesebrada sociedad se rasga las vestiduras porque el PP pueda pactar con Vox y no recordemos cada minuto, cada segundo, que Sánchez gobierna con terroristas, con delincuentes, con separatistas, con comunistas y con la extrema derecha más radical. Me gustaría que Feijóo lo recordara cada vez que tiene apariciones públicas.
Lo ocurrido en Alemania es muy esperanzador y abre la puerta de par en par a que en España se produzca un fenómeno similar nada más que a la ciudadanía se le dé la oportunidad de expresar su opinión con el voto. También es muy ejemplificativo. Entre conservadores (ganadores de las elecciones) y los socialistas (perdedores) no existen cordones sanitarios. Esto con el sanchismo sería impensable por el odio y el sectarismo que acumula.
Según los analistas, dos son las causas que inclinaron la balanza hacia la derecha y la ultraderecha: el precio de la energía y, por tanto de la vida y, sobre todo, el rechazo a la migración ilegal. La primera es controlable si se hacen las inversiones adecuadas. La segunda también si abandonamos la demagogia y el fariseísmo que obnubila a la izquierda casposa. ¿Hasta cuándo podemos seguir mirando para otro lado con la migración ilegal? ¿Podemos acoger a toda África? ¿Qué futuro les podemos ofrecer? ¿Seremos capaces de que se integren y se acomoden a nuestra cultura? ¿Abandonarán algunos de ellos el odio y el resentimiento contra el mundo occidental que está en el origen de los atentados islamistas que desgraciadamente cometen contra la sociedad que los acoge?
Dos ideas para finalizar: la deuda condonada a los despilfarradores catalanes la vamos a pagar entre todos; ridiculizar, zaherir y enfrentarse a Trump, nos puede costar Ceuta y Melilla. Echar a Sánchez es una cuestión de estado, es un peligro para España.
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