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Este asunto de la nueva victoria de Álvarez-Cascos sobre la Fiscalía y la acusación particular debí abordarlo hace una semana, pero razones familiares me ... lo impidieron. Pero no quiero olvidarme de él aunque la actualidad política nacional e incluso la regional ofrezcan temas muy sabrosos e inquietantes. No es un tema baladí, no solo es importante para Álvarez-Cascos y su mancillado honor, sino para su familia y para la opinión pública en general, aunque el daño ya está hecho.
La columna también habría podido titularla 'Y la Fiscalía volvió a perder', pero me imagino que este órgano ya tendrá bastante con suturar y cauterizar (en sentido figurativo) las heridas causadas por la sentencia del Tribunal Superior de Justicia Sala Civil y Penal del pasado mes de abril.
Porque, en efecto, esta sentencia es demoledora, es un auténtico varapalo para la Fiscalía y ello nos lleva a elucubrar sobre las razones que mueven a este órgano a presentar querellas de oficio o previa denuncia y en último término, a recurrir sentencias desfavorables a las tesis públicas.
Cuando se respetaban las reglas que sustentan el estado de derecho, yo era un ferviente admirador de estos funcionarios porque la defensa de la legalidad siempre me pareció una tarea compleja en la que se entremezclan prácticamente todos los impulsos psicológicos que mueven el actuar humano y hay que ser muy equilibrado para elegir en cada caso la solución correcta en esa lucha permanente entre la conciencia y la ley.
Desde que Sánchez asumió el poder y proclamó sin rubor ni vergüenza alguna que la Fiscalía dependía de él, y comprobé este aserto con la indigna actuación del Fiscal General que como un vulgar presunto malhechor borró los mensajes de su móvil para dificultar la actuación de la justicia, la Fiscalía, con carácter general y a salvo de honrosas excepciones, pasó a ser para mí una organización al servicio del poder político que a veces olvida los principios que rigen su actuación: legalidad, imparcialidad, lealtad y honradez, entre otros. Pero retomemos el hilo argumental. ¿Cuál o cuáles fueron las razones que impulsaron al fiscal del caso que nos ocupa a apelar la sentencia clara y fundamentada de la Audiencia Provincial por la que se absolvía a Álvarez-Cascos y llevar la zozobra e inquietud al mejor político contemporáneo que ha dado Asturias y a su familia? Las desconozco, pero lo único que se consiguió fue otra sentencia aún más demoledora que constituye un auténtico varapalo, aún más duro. Esta sentencia rechaza cada uno de los tres motivos del recurso con tal contundencia que debería hacer reflexionar a la fiscalía para casos futuros. El ponente, el magistrado José Antonio Soto Jove, da una auténtica lección magistral de Derecho Penal que convierte la lectura de la sentencia en un placer. Por cierto, la sentencia ya es firme al no haberse presentado frente a ella recurso de casación. La honradez, dedicación y profesionalidad de Álvarez-Cascos, injustamente mancilladas por una querella fruto del despecho, han quedado ratificadas por los fallos judiciales aludidos. El mayor éxito llega después de la mayor desilusión.
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