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Como siempre, son las redes sociales las que hacen un diagnóstico acertado e irónico del sanchismo. Aparecen en una viñeta tres cruces y solo una ... de ellas con inquilino. Le pregunta un soldado a otro: –Al final ¿solo se crucificó a Jesús de Nazaret? Pero ¿y los ladrones?–. Contesta el otro soldado –¡Aforados!–. Yo hubiera añadido: indultados y amnistiados.
Desde otra perspectiva, mi amigo Goyo Vigil-Escalera, el mejor crítico de arte de España que, además, es de Oviedo, en una de sus reflexiones semanales, afirma que los polvos debajo de la cama y los desperdicios de los vertederos atesoran un caudal hipnótico y un indudable valor, porque a través de la basura se hace patente el hombre y las civilizaciones, ya que siempre han soltado tras de sí residuos que permiten el conocimiento de sus etapas. A este fenómeno propone denominarlo 'basurología histórica'. Lamentablemente, el sanchismo encuentra un fiel reflejo en ambos episodios. Aquí solo se crucifica a Mazón que, sin duda tiene su grado de culpa, pero se pasa por alto la responsabilidad de Teresa Ribera como responsable de la Confederación Hidrográfica y de la Delegada del Gobierno que dio muestras de una incapacidad y de una incompetencia manifiestas.
En cuanto a la basura, el sanchismo es un auténtico vertedero. Los episodios que día tras día vamos conociendo de las andanzas de Ábalos y Koldo provocan un vómito permanente. El caso 'Orgía' en el Parador de Teruel es ofensivo. El uso que el sanchismo hace del sector público, de los denominados vulgarmente chiringuitos, es obsceno y afrentoso. Si pudiéramos conocer los árboles genealógicos de algunos de los empleados de las empresas públicas y sus vínculos afectivos, renegaríamos de la democracia tal como es entendida por el sistema actual. ¿Cuántas Jéssicas más anidan en el sector público? ¿Dónde han quedado el mérito y la capacidad?
El caso 'Begoña Gómez' rebosa la capacidad de asombro. Ninguna esposa de ningún presidente había utilizado La Moncloa para sus negocios privados. Menos aún teniendo una empleada contratada para atenderlos. El Ministro de Justicia, interrogado por un juez. ¿Se puede caer más bajo? ¿Qué Gobierno en un sistema democrático podría mantenerse con estos escándalos? ¿Hasta dónde alcanza el mapa de la corrupción?
A las puertas de ponernos al corriente en el pago de nuestros impuestos vemos cómo Sánchez, con el solo objetivo de mantenerse en el poder, rescinde el contrato de compraventa de armas con Israel a resultas de las amenazas de 'la nada vestida de Prada' y sus cómplices. ¿Cuánto nos va a costar a los contribuyentes? ¿Estamos ante un caso de prevaricación?
Pero lo más impactante de la situación es reflexionar sobre los que apoyan a Sánchez. ¿Son cómplices, son amorales, son ignorantes, son enemigos de España, están apesebrados? ¿O están hipnotizados por la basura, como razona mi amigo Goyo? ¿Vinieron a regenerar la política o a heredar la corrupción?
Sánchez ha convertido el sistema en un lodazal, en un charco de aguas estancadas en el que no hay vida democrática, solo elementos patógenos. Desbancar a Sánchez es una cuestión de Estado.
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