Mitomanía
La mitomanía o enfermedad de la mentira es un trastorno psicológico caracterizado por la necesidad de mentir, incluso cuando no hay un motivo o beneficio ... claro. A los que la padecen se les denomina mitómanos.
Si yo les preguntara a mis queridos lectores por la persona que en el panorama nacional y, quizá en el internacional, ocupa la cúspide entre los mitómanos estoy seguro que la respuesta sería unánime: ¡Pedro Sánchez!
Ciertamente, Pedro Sánchez es sin duda el mentiroso por antonomasia. Es más, yo cuando digo alguna mentirijilla me limito a manifestar «estoy haciendo un Sánchez» y todo el mundo me entiende. Además, está dispuesto a batir el record de duración de las mentiras. La de la OTAN se desmoronó a las veinticuatro horas. En Europa, ámbito en el que perdió todo el crédito, lo llaman teflón. Es un pacifista de pacotilla, un Gandhi comprado en los chinos como lo llamó un comentarista.
España necesita invertir en defensa no solo para cumplir con la OTAN, sino para defenderse de su gran enemigo que no es Rusia sino Marruecos. Con los amigos que estamos haciendo a nivel internacional ya veremos quien nos apoya ante una no descartable invasión de Ceuta y Melilla. Y claro que hay dinero para cubrir el porcentaje que nos exigen sin tocar otras partidas. Basta con dejar de dilapidar el presupuesto en privilegios para Cataluña y el País Vasco, seleccionar las subvenciones y controlar la migración ilegal. Con esas elementales operaciones llegamos al 5% que firmó Sánchez por más que imitando a Cerdán, niegue la evidencia.
Tanto el Gobierno como el partido están rodeados por la corrupción, de la que constituye el ejemplo más doloroso la amnistía convalidada por un tribunal que habita en el lodo del desprestigio.
En mis tiempos de Letrado del Parlamento elaboré un Decálogo contra la Corrupción del que me limitaré a aludir a dos medidas recurrentes en todos los partidos: la selección del personal y los contratos públicos.
En los procedimientos de selección del personal, la corrupción comienza con la elaboración de las bases de la convocatoria. En un concurso oposición al que suele recurrirse cuando hay intereses espurios, los méritos valorables ya nos dan el índice de la honestidad. Si además hay entrevista con una valoración desproporcionada, tenemos que tomar todas las cautelas. Por tanto, las bases de la convocatoria deben ser elaboradas por funcionarios de carrera que no hallan accedido al puesto por libre designación. Y obviamente el Tribunal debe estar integrado solo por funcionarios que no hayan sido nombrados por libre designación.
En la contratación pública ocurre lo mismo. La corrupción comienza con la elaboración de los Pliegos de Condiciones que suelen ajustarse al perfil del corruptor. El político debe fijar los objetivos y los funcionarios formalizarlos. La propuesta de la mesa de contratación debe ser vinculante eliminando cualquier margen de maniobra del político.
Lamentablemente la experiencia demuestra que al día de hoy acuden a la política buscadores de fortuna que ven en el ámbito público no un medio de servir a la sociedad sino de servirse a si mismos.
Y no lo olvidemos, algo peor que un político corrupto es un ciudadano que lo defienda.
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