
Secciones
Servicios
Destacamos
En 2024 había en el mundo 2.781 milmillonarios, y su fortuna estaba estimada en 14,2 billones con 'b' de dólares. El número de ... los que han llegado a tener más de un millón de dólares en cuenta está en torno a los 22,8 millones de personas (ahora somos más de 8.000 millones en el mundo). La mayor cantidad de 'Licinios Crasos' se halla en Estados Unidos, seguido por China y Francia. España no lo hace mal: está en décima posición, con el 2,4 % de la población con los bolsillos llenos. En el escudo de armas de Saavedra Fajardo ponía: «O sube o baja»; los ricos, claramente, suben, y en ese ascenso, alguien les tiene que servir.
Se trata de lo que Alizée Delpierre denomina 'explotación dorada', un servicio doméstico que se ocupa de los ultrarricos, caracterizado por el paternalismo de los patrones, sueldos altos y mucha ventaja en especie, pero también por una dedicación 24/7, agotamiento, sentimiento de deuda permanente, docilidad extrema. Este tipo de servicio ya aparece en las novelas de Zola como Adèle, en las de Mirbeau como Célestine, en las de Balzac como Nanon, y en las de Flaubert como Félicité (y quién puede olvidar al Míster Stevens de 'Los restos del día' de Kazuo Ishiguro). En el ensayo de la autora antedicha, 'Servir a los ricos' (Península), aparecen criados que se van de vacaciones con sus empleadores a isla Mauricio o Nueva Caledonia, criadas que reciben como regalo bolsos de Chanel o zapatos Louboutin, doncellas que ganan 6.000 euros mensuales y que aspiran a más. Te cuentan que se produce una especie de ósmosis, adquieren idiomas, cultura y mundología; no obstante, también hay depresiones, enfermedad, agotamiento, una presión constante por mantener las apariencias, y sufren esencialización racial, o sea, que tienen que cumplir con los arquetipos de negro africano, o árabe argelino, o lo que sea que el rico tenga en la cabeza.
Por su parte, los señores nos cuentan que el servicio no es un lujo ni una comodidad ni un capricho, sino una necesidad, que no sólo cubre su día a día, sino que resulta un símbolo de estatus, apuntala sus privilegios, da sentido a una forma de vida, cimenta la reputación. Se puede decir que cuantos más criados tengas, mejor. De hecho, la historiadora Anne Martin-Fugier escribió sobre los domésticos de 1900: «Se podría decir que la pobreza empieza cuando no se tiene criada». Desde luego, siempre hay clases, y más entre los forrados. Los aristócratas de toda la vida desprecian a los nuevos ricos, y viceversa. Ahora bien, la relación es inevitable: frecuentan círculos similares, tienen vínculos sociales y empresariales, y son, al mismo tiempo, rivales y cómplices.
En cuanto a las inevitables excentricidades de los pudientes, tenemos una familia que dispone de un «guardián de las rosas» (o sea, que no le basta con tener un prosaico jardinero). Unos piden que su ropa se cuelgue toda con pinzas del mismo color, otros quieren que sus bebidas se sirvan con un número determinado de cubitos. Se desean entradas en palcos VIP una hora antes de que empiece el evento; desayunar revueltos de dos huevos y medio cocidos durante doce segundos exactos; dormir todas las noches contemplando fuegos artificiales en el jardín; que les despierten con una nana cantada en canon por dos sirvientas. Hubo incluso una señora que obligó a su sirviente a vestirse de mujer para ejercer su trabajo doméstico. Todo esto es importante: está en juego la dominación, la clase, el rango, la posición de poder ergo su ejecución.
Pero volviendo a donde íbamos: 'Master and servant', que cantaba Depeche Mode. Los masters buscan la perla rara, el sirviente ideal; los servants deben parecerlo: perfecto dress code, silencio, ubicuidad, eficacia, total consagración al amo. Incluso, como hemos comentado, exagerar la raza según los clichés: los argelinos deben ser cariñosos, las mujeres negras deben ser maternales, los árabes son gente que aguanta mucha carga de trabajo, las filipinas son sumisas, etc.
El gran teatro doméstico se despliega en todo su esplendor, y podremos ver una representación en la que el criado se esfuerza por adelantarse a todos los deseos del patrón, mientras el patrón se esfuerza en ignorar la presencia del criado. A veces, esta convivencia presenta roces, pero todo el mundo se esmera en hacer su papel como mejor sabe. En esa pirámide, los mayordomos, pieza clave entre los dos estamentos, se afana en que nadie se relaje, en que la trirreme avance a toda máquina, al ritmo potente de su tambor. Página tras página, en ocasiones te preguntas si finalmente te compensa ese régimen tan severo. Muchas veces no hay contrato de trabajo, y demasiadas, la presión se confunde con la intimidación. Redundo: ¿vale la pena? Supongo que se trata del lugar desde el que partes, cuán abajo estabas en la escala social, y también, cuán arriba quieres llegar, y el precio que estás dispuesto a pagar. Como casi todo, supongo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.