Mis años con Hermann Göring
Fue una mezcla de Falstaff, Elvis Presley, Al Capone y Patrick Bateman. Empujará a Alemania hacia el 'Götterdämmerung', el apocalipsis final, y en ese camino podremos aprender algunas lecciones para nuestra época, también revuelta
El segundo hombre del III Reich, jefe de la Luftwaffe, creador de la Gestapo, que firma la Solución Final; morfinómano irredento, el mayor ladrón de ... arte del siglo XX, con un coeficiente intelectual de 140... Siempre supe que Göring tenía una novela, hacía mucho tiempo que arrastraba la obsesión, y su devenir vital, a medida que avanzaba, me proporcionaba muchas claves para interpretar lo que está sucediendo hoy en el mundo.
Pasé más de dos años con él, visité los santos lugares nazis, Munich, Berlín, Berchstesgaden, Carinhall. Siguiendo su biografía podía escarbar en la historia: sus años como piloto de combate durante la Primera Guerra Mundial, junto al Barón Rojo. Aquellas luchas feroces con biplanos y triplanos, que quedarían en nada con el advenimiento de los Spitfire y los Messerschmitt. La hiperinflación tras la derrota, en la que el Tratado de Versalles exigirá unas reparaciones de guerra tan asfixiantes que llevarían a Alemania a otra guerra, como bien profetizó Keynes. Un dólar llegará a valer 4,2 billones con «b» de marcos; un huevo, ochenta mil millones; y el número de billetes para comprar cualquier cosa hará necesario llevar los fajos en carrito.
En la actualidad, las democracias empiezan a ser destruidas desde dentro, igual que sucedió con la república de Weimar. El trauma de Versalles, la conspiranoia, el antisemitismo, la fractura social, los recortes, la fragmentación e inoperancia del sistema político, todo llevó a un resultado: el ascenso de los nazis. Göring, como presidente del Reichstag, apadrinó el 23 de marzo de 1933 el Decreto de Habilitación. Los 441 votos a favor contra los 94 en contra aprueban plenos poderes para Hitler, retiran la facultad legislativa del Parlamento, y acuerdan prorrogarlo cada cuatro años, o sea, que colorín, colorado, la República de Weimar se ha acabado. Los años que siguieron fueron una carrera constante hacia la pesadilla final de 1939 a 1945, con la connivencia de los industriales, los junkers y la mayoría del pueblo alemán.
Hermann Göring, desde su palacio de Carinhall, rodeado de crías de león y obras de arte, practicará el arte de la desmesura, luchando contra el resto de jerarcas nazis, Himmler, Heydrich, Bormann, Göbbels, Speer, Rosenberg, Franz, Ribbentrop… una policracia en constante rivalidad. Y llegará la Noche de los Cuchillos Largos, y el incendio del Reichstag, y la Noche de los Cristales Rotos, y el acorralamiento de los judíos, y la apertura del primer campo de concentración, Dachau, y el Anchsluss, la anexión de Austria, y la invasión de Checoslovaquia, y el parteaguas, la invasión de Polonia, con la consiguiente entrada en guerra del imperio británico, y la decisiva batalla de Inglaterra. En todo está implicado Göring, en todo funge, en todo, intriga, hasta que sea juzgado en Nuremberg con el resto de plana mayor.
Fuera de la sala de juicio, habrá dejado un mundo demolido, lleno de ira y duelo y odio, un grado de devastación inimaginable. El fiscal jefe, Robert Jackson, hace un impresionante proemio: «Los hechos que queremos juzgar y condenar han sido tan calculados, tan malignos y devastadores que la civilización no puede tolerar que sean ignorados, porque no podría sobrevivir si se repitieran».
A lo largo de esta tragedia, más: los impresionantes congresos de Nuremberg; el desarrollo de la propaganda por un genio, Joseph Göbbels; el sueño de levantar Germania, la nueva capital de Europa, con avenidas de seis kilómetros de longitud, y un gran salón del Reich, de 250 metros de altura. Cuando se invade Rusia, se intentará llevar a cabo el sanguinario Plan General del Este, con la colonización de las nuevas tierras y la eliminación mediante el Hungerplan de millones de rusos, un imperio nazi que llegaría hasta los Urales.
Durante los juicios de 1945, se verán los rollos de la película 'The Nazi Plan', una compilación de las horas de filmación tomadas por los aliados cuando liberan los campos de exterminio: aún hoy, siguen estremeciendo, reclusos hambrientos, cadáveres demacrados, restos humanos carbonizados en el interior de los crematorios, montones de cuerpos empujados por las excavadoras hacia las zanjas, Mauthausen, Auschwitz, Bergen-Belsen, Buchenbald…
Hermann Göring, una mezcla de Falstaff, Elvis Presley, Al Capone y Patrick Bateman. Empujará a Alemania hacia el Götterdämmerung, el apocalipsis final, y en ese camino, podremos aprender algunas lecciones para nuestra época, también revuelta. He aquí su historia, una biografía anárquica, plagada de reflexiones, más de dos años de mi vida impresos en 'Hermann G' (Edhasa). Para terminar, un recuerdo para Arthur Koestler, que fue uno de los primeros en ver venir el infierno, y lo resumió bien: «Luchábamos con palabras y no veíamos que las palabras familiares habían perdido todo sentido y apuntaban en direcciones opuestas. Decíamos 'democracia', solemnemente, como rezando, y poco después la nación más grande de Europa votó, mediante métodos perfectamente democráticos, la entrega del poder a sus propios asesinos. Venerábamos la voluntad de las masas y su voluntad resultó ser la muerte y propia destrucción. Considerábamos que el capitalismo era un sistema anticuado y estábamos dispuestos a cambiarlo por una forma totalmente nueva de esclavitud. Predicábamos la amplitud de miras y la tolerancia, y el mal que toleramos desmoralizó nuestra civilización. El progreso social por el cual luchábamos se convirtió en un progreso hacia el campo de concentración; nuestro liberalismo nos hizo cómplices de los tiranos y los opresores; nuestro amor a la paz invitaba a la agresión y conducía a la guerra. Por lo menos teníamos una excusa: no sabíamos que vivíamos en una tormenta magnética, que nuestras brújulas verbales, que habían sido guías tan útiles en el pasado, se habían vuelto inútiles».
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