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Hay un vértigo en el tiempo. Cuando hablamos de griegos y romanos nos tenemos que remontar 2.500 años hacia atrás, pero antes ya estaban ... los persas, y mucho, mucho antes, ¡en el 1.400 antes de Cristo!, ya se estaba comenzando a forjar el futuro imperio asirio. Es el primer Imperio, el que sirvió de molde; el imperio que los persas querían ser, y cuyos restos y costumbres replicaban. Un imperio que, por sus piedras, puede parecer una de esas ciudades muertas, en medio del desierto, llenas de demonios igual que en las novelas de Conan el Cimmerio, de Robert E. Howard.
Sin embargo, a los asirios les gustaba el vino, tenían alcantarillado y baños en las casas, protegían los 'derechos del consumidor'… Todo esto no es demasiado marciano, y también nos suena lo de poner leones alados en las entradas de los palacios para espantar el mal. Somos sencillamente humanos, igual que aquel romano que, tras visitar la tumba de Ramsés VI, dejó un grafiti: «La visité y no me gustó nada, excepto el sarcófago». Sólo le faltó pedir el libro de reclamaciones.
En el reino de Ur, cuyas primeras piedras son colocadas en el quinto milenio a. C. (la madre de todas las ciudades), había una ciudad, Assur, que será el núcleo irradiador del imperio asirio. Esta ciudad, junto con Nínive y Arbela, y tras mucha lucha contra hititas y babilonios, hará crecer el imperio desde el Mediterráneo hasta el golfo pérsico.
Todo terminará cuando en el 612 a. C. cae Nínive bajo la espada de Babilonia. Entremedias, una historia apasionante de armas de bronce, la plata como moneda, abundantes rutas comerciales y mucha guerra. En el siglo XIX y principios del XX, el universo asirio cautivó la atención de Europa y de sus arqueólogos, y uno de los más conocidos fue la mismísima Agatha Christie, que estuvo en Nimrud, pues su marido, Max Mallowan, dirigió las excavaciones británicas. Por cierto, la escritora utilizaba su crema para la piel a fin de limpiar y fortalecer las tallas de marfil que se encontraban.
Por supuesto, los asirios tenían sus cositas. Enterraban a sus muertos en cámaras subterráneas bajo los salones de sus casas, ensartaban langostas en palitos para asarlas (me refiero a los insectos), inventaron la sombrilla plegable, pero sólo podía utilizarla la realeza, a riesgo de ser ejecutado si no eras de sangre azul. Asimismo, había eunucos por todas partes, como Lord Varys en 'Juego de Tronos', que no era un mal destino si se tiene en cuenta que ocupaban altos cargos en la administración, aunque no podían ser reyes, porque se necesitaba ser 'perfecto'. Asurbanipal, Sargón, Senaquerib, Semíramis… sus reyes nos suenan, aunque sea por historias de la Biblia: hasta 109 gobernantes reales, el último, Ashur-uballit II, que cayó siete años después de la toma de Nínive. Y por hablar un poco de todo, en el imperio se usaban como lenguas el asirio, que se escribía en caracteres cuneiformes sobre tablillas de barro, y el arameo, una especie de inglés universal en la época, que se escribía en escritura alfabética sobre cuero o pergamino.
Los asirios consultaban a sus dioses, pero, como siempre, todo tiene truco. El Dios da su respuesta, y luego el consejo real la discute e interpreta, y el Rey opta por lo que más le conviene. Un poco como en Delfos: sí, se consultaba a la Pitia, pero el verdadero valor del santuario era como lugar de reunión de diplomáticos y políticos, donde se acumulaba información, se complotaba y se llegaba a los acuerdos pertinentes. Un curioso ritual es el del 'Rey Sustituto'; pongamos que el Rey está enfermo, o depre, o simplemente quiere unas vacaciones: se elige a una mente simple que pueda ocupar su lugar durante cien días, aunque, al final, tras disfrutar de las prebendas, se le ejecuta. Eran tres meses de gloria y luego guillotina. En fin, cada una echará sus cuentas.
El vino era importante en el imperio asirio, caro, eso sí, pero un lujo muy demandado. De hecho, actualmente existe un vínculo entre los asirios y los grandes recipientes de vino, pues las botellas de nueve litros utilizadas para el champán y el borgoña se denominan 'Salmanazar' (por la pronunciación francesa del nombre real asirio de 'Shalmaneser'). Cuando se bebía, se mezclaba con agua, cosa que luego harían griegos y romanos. Y las comunicaciones eran rápidas en el imperio: fueron los asirios quienes inventaron el Camino del Rey, una serie de estaciones de carretera por etapas parecidas a los caravasares musulmanes, que permitían la veloz circulación de funcionarios con las órdenes reales. Por ir terminando, las Bibliotecas Reales: los reyes asirios sabían leer y escribir cuneiforme, al igual que sus funcionarios, y algunos reyes, como Asurbanipal, estaban obsesionados con el conocimiento. Este rey aprovechó la conquista de Babilonia y Egipto para arramblar con todo lo que pudo, creando una legendaria biblioteca. Tanto es así, que Asurbanipal se hacía retratar en las decoraciones murales no con un típico cuchillo, sino con un estilete de escribir.
Para hacer boca sobre la civilización asiria, recomiendo un librito: 'Antigua Asiria' (Almuzara), de Karen Radner, una introducción que les puede servir para colocar los primeros vértices geodésicos y les ayude a trazar su propia topografía. Y si prefieren la novela, disponen de una muy interesante, 'El Asirio', de Nicholas Gild, que cuenta los últimos días del imperio. Como decían en aquella célebre película, «¿qué han hecho los asirios por nosotros?»: desarrollar la agricultura, dividir el año en doce meses, establecer un sistema de medición y pesaje, elaborar el primer sistema legal de derecho civil, estipular el descanso sabático, fabricar ruedas de metal, mejorar los sistemas de riego…
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