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Hay mucho escrito sobre las consecuencias cognitivas de las palabras, sobre cómo la lengua influye en la manera que tenemos de percibir el mundo y ... en cómo actuamos. Los conceptos semánticos, la gramática generan una interpretación de la realidad, se moldean las estructuras mentales, incluso se aborda de manera diferente el flujo temporal. ¿Es el lenguaje el árbitro definitivo del pensamiento? Benjamin Whorf dice que sí, Steven Pinker dice que no... Sea lo que sea, soy escritor, me interesa sobremanera el asunto. En especial, la parte de los eufemismos. El gobierno español ha llegado a un grado de achicharramiento tal que la violación de la verdad es diaria. Ahora lo llaman relato, pero es la propaganda de toda la vida, o sea, gallofa. La prensa tenía un contrato social con el ciudadano por el cual ejercía de contrapeso para, al menos, hacer brillar unos cuantos hechos indiscutibles, luego cada uno tomaba sus decisiones. Hablamos de 'hechos', que poco a poco cayeron en un estado espectral debido a las redes, la fragmentación, la desinformación, etc. Adiós al contrato social, bienvenidas las opiniones de cualquier tertuliano, que tienen el mismo peso que un 'hecho' aunque a veces digan tonterías a un nivel incalculable. A esto lo llaman postverdad, pero es la mentira cochina también de toda la vida. Solzhenitsyn lo resumió bien: «Nosotros sabemos que mienten. Ellos saben que mienten. Saben que nosotros sabemos que mienten. Y, aun así, siguen mintiendo».
En este nuevo tablero de juego, el gobierno mueve muchas piezas: el grifo de la publicidad institucional, la caída de la audiencia del periodismo clásico, las presiones legislativas de diversa laya. Todo forma parte de un plan más complejo de control de medios, jueces, agenda, burocracia, a fin de sembrar el camino de su retirada de minas y funcionarios leales, reforzando la retaguardia para el futuro ataque. Sánchez no sabe cómo acabará su aventurismo, y quiere intentar blindarse, pero eso da para otro artículo: hoy nos centramos en la propaganda. Y entre el arsenal de recursos del gobierno, no pequeña parte son los citados eufemismos. Y siendo tributarios de esta idea, podemos abundar con calma.
Los eufemismos, según la RAE, son la manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante. Dependiendo de en qué contextos, ese rodeo o atenuación puede ser algo cortés, deseable incluso, o bien tiene consecuencias letales. En la vida puedes decir 'seres mágicos' por 'enano', como la nueva versión de Blancanieves, y te echas unas risas. Puedes decir 'estado de embriaguez' cuando tienes una tajada como un piano, y bueno, vale. Evidentemente, cuando estás en un entierro no puedes decir que el cuerpo presente acaba de 'espicharla' (por cierto, un disfemismo), sino que te buscas la vida en las condolencias con un 'ha pasado a mejor vida'. La cosa comienza a tener otro cariz cuando, como el otro día, oigo que en las empresas ya no hablan de 'despido' sino de 'desvinculación'. Ahí ya empiezan a chirriar los dientes. Sánchez, con su habitual jeta de piedra berroqueña, dice 'salto tecnológico' por 'rearme', para que los ciudadanos pensemos que comprar drones, tanques y cañones no tiene el objetivo de hacer la guerra, sino que es algo parecido a cambiar tu móvil antiguo por la nueva versión. A las 'armas' las denomina 'tecnología de doble uso', y la 'defensa' es 'seguridad'. Eso en cuanto al tema bélico. Luego tenemos el tema del 'cupo' catalán, esa gran estafa nacional, a la que disfraza como 'financiación singular'. Los 'impuestos' son 'armonización fiscal'. La 'recesión' de la economía supone un 'crecimiento negativo'. Si cambiamos de campo, lo de 'ceder' poder a Bruselas se transforma en 'delegar'. Y Sánchez, siempre desaprensivo, como tiene un plan para 'censurar' a los medios, eso lo convierte en 'regenerar'. En esa línea, cualquier 'verdad informativa' que no le gusta se llama 'bulo', y el 'medio' que lanza esa verdad se bautiza como 'pseudomedio'. El virtuosismo de los brujos que dan vueltas al cocido propagandístico llegaron al éxtasis cuando denominaron a la 'amnistía' de Puigdemont como un 'instrumento de superación de las consecuencias jurídicas de una crisis territorial'. Una virguería, ciertamente, y hay que reconocer los grandes tantos del adversario. Aunque no estuvieron tan finos al llamar 'relator' a un tipo que pasaba por allí, o 'señoritas' a las 'putas', porque teniendo 'hetaira', 'meretriz' o 'cortesana', que es mucho más elegante, ahí no le dieron. Volviendo al tema del independentismo, no me quiero olvidar de que los afectados quieren eliminar el componente jurídico de 'referéndum' (el mismo que les está pergeñando el siempre siniestro Rodríguez Zapatero), por otro más inocente, 'consulta'. Y el 'derecho a decidir' no es más que el 'derecho a la autodeterminación'.
Todos los gobiernos han hecho uso del eufemismo. Mismamente, recuerdo al PP cuando decía que los 'recortes' eran 'reformas estructurales', los 'impuestos' eran 'novedades tributarias' o la 'emigración' se convertía en 'movilidad exterior'. No obstante, el gobierno sanchista ha llevado las cosas tan lejos que puede llegar a coquetear con cosas muy peligrosas. Uno, como ciudadano, prefiere que le digan 'aborto' en lugar de 'interrupción del embarazo', 'suicidio' por 'quitarse la vida'. Y, por favor, no me pidas un 'impuesto revolucionario' cuando me estás simplemente 'chantajeando'. No me hables de 'confrontar' cuando me quieres 'dar dos hostias'. Es mejor que no me líes. ¿Por qué? Porque la cosa siempre degenera, igual que decía Belmonte sobre aquel banderillero que llegó a gobernador civil. Y cuando degenera de verdad, cuando te dan gato por liebre, y tú te limitas al tancredismo, comienzan a colarte cosas como 'campos de trabajo' por 'campos de exterminio', 'tratamiento especial' por 'gaseamiento', 'acción' por 'linchamiento', 'festival de la cosecha' o 'Solución Final' por 'asesinato masivo', 'interrogatorio intensivo' por 'tortura', 'reacomodo' por 'deportación'. Creo que nos entendemos.
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