Sánchez no va a defraudar
Es lo más peligroso que le ha pasado a la democracia española desde que aquel señor con tricornio entró en el Congreso, y lo va a seguir siendo. Mi pronóstico es que la mayoría de los cuatreros acabarán en la trena, pero antes pasarán cosas
Sánchez no va a defraudar. Es lo más peligroso que le ha pasado a la democracia española desde que aquel señor con tricornio entró en ... el Congreso, y lo va a seguir siendo. Mi pronóstico es que la mayoría de los cuatreros acabarán en la trena, pero antes pasarán cosas. Sánchez ha encontrado un conejo de colores en la defensa de los palestinos, una causa que se la pela, pero que le permite encubrir el sindiós de los trenes, la insaciabilidad de los nacionalismos, la incapacidad para presentar presupuestos y el trampeo competencial cuando hay desastres (la necedad de Mazón le ha ayudado mucho). Por supuesto, Sánchez, en medio de la tormenta judicial, va a continuar con su intento de desmontar el entramado constitucional, da igual que su correveidile García Ortiz esté al borde de galeras. Estoy seguro de que incluso sentado el mismo Sánchez en la condición judicial que toque, continuará empeñado en su particular odisea para gobernar sin presupuestos y sin el poder legislativo, siguiendo su inveterado manual de tácticas fabianas.
Sánchez no va a defraudar, fijo. Cada palabra suya seguirá provocando una mezcla de indiferencia y sarcasmo hasta que convoque elecciones, y persistirá en reunir a su alrededor la misma harka escogida sólo por su capacidad para perder la honra, cuyo epítome es Grande-Marlaska (don Fernando, siempre recuerdo atónito su traición con el in and out de Puigdemont: quedará para la historia nacional de la infamia), pero cuya antorcha tiene una inmejorable continuidad en Óscar Puente. Ábalos, Koldo, Cerdán, Leyre, David Sánchez… la inanidad es tan gigantesca como la capacidad licántropa de su jefe, siempre atendiendo al principio de Peter: «en una jerarquía, todo empleado tiende a ascender hasta su nivel de incompetencia: la nata sube hasta cortarse» (sólo recordar las bochornosas declaraciones de Virginia Barcones en medio de la conflagración…).
Sánchez no va a defraudar, cómo podría. La condonación de la deuda a los catalanes la vamos a pagar todos, permitiéndoles sufragar su deuda pública sin hacer recortes en otras partidas (al final, la de todos los españoles suma 83.252 millones que pasarán del pasivo de las comunidades al Estado). Respecto al cupo, dejará las manos libres a los independentistas para negociar la cuota a pagar al Estado, y al hacer lo que les dé la gana, tendrán más recursos, igual que el País Vasco. La diferencia es que al ser Cataluña el 18% del PIB español, replicar el modelo de Euskadi llevará al sistema a una crisis en toda España, arramblando de paso con el artículo 2 de la Constitución, ergo la solidaridad entre autonomías. Dice Galdós que la experiencia es una llama que no alumbra sino quemando, y en este incendio tendremos al execrable Zapatero tocando la lira, con su guerracivilismo y su propaganda china y sus chalés.
Sánchez no va a defraudar, porque nunca lo ha hecho. España seguirá sin tener suelo industrial con conexión estable a la red eléctrica, a fin de atraer fábricas europeas, y en vez de eliminar burocracia, se impone un impuesto a la producción de electricidad. La agenda sólo se ocupará de Puigdemont, en vez de hablar de la crisis de vivienda, y ahí sí necesitamos un pacto de Estado (quimérico) porque la cosa, mayormente, depende de autonomías y ayuntamientos. El pensamiento sólo estará en agotar la legislatura hasta el último segundo, en lugar de tener presente que los fondos Next Generation se terminan, y de diseñar vehículos de inversión de dinero europeo y privado para implementar lo necesario (entre ello las pymes innovadoras). Para más inri, se crean impuestos adicionales a la banca…
Sánchez no va a defraudar, eso es imposible. Continuará la ficción política, el relato, las sonrojantes intervenciones de Pilar Alegría y Patxi; las peroratas surrealistas de Albares (debería plantearse lo de ponerse el uniforme diplomático, porque si pareces un botones resulta imposible que España imponga algo ahí fuera); las burradas de Yolanda, empeñada en que le escriban entradas épicas en su Wikipedia sin consultar con los empresarios. El disparate partidista de RTVE, con su Silvia Intxaurrondo y su Javier Ruiz y su Jesús Cintora, una televisión pública tan calcinada como los bosques zamoranos. Y la fortaleza institucional, la cohesión territorial y social, la visión colectiva, el crédito internacional todo al carajo, porque en la jerarquía del ordo amoris agustiniano, no sólo se trata de amar, sino de hacerlo en el orden correcto, y la prioridad no es el país, sino la jefatura de la nave en llamas da igual el grado de aluminosis del estado de Derecho. Eso y mantener los retoque estéticos en plan Jorge Javier, camino de ser la nueva mujer pantera.
Sánchez no va a defraudar, porque su etopeya así nos lo recuerda. Y a ese carro está encadenado el señor Barbón, que no va a misa, y como dice un colega: hay algunos que creen desafiar a dios, y sólo cabrean al sacristán. Barbón, entrampado en su tacticismo electoral y en sus tres lenguas oficiales y sus rollos identitarios (ese medio puntito del bable en las oposiciones, eh, porque tacita a tacita...), mientras la industria no pita y la educación está en armas y el potencial turístico está por desarrollar y los impuestos se desatan y el PIB asturiano discurre por niveles subterráneos (y estamos también a la cabeza de la tasa de suicidios en el país, aunque esa es otra historia). Porque parece que no quiere entender que para mantener un estado «social», lo primero es que haya productividad. Y para que haya productividad, tienen que facilitarse las cosas a quienes «producen». Sí, me da que Barbón, como Sánchez, tampoco va a defraudar.
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