De libros y amigos

Sábado, 1 de noviembre 2025, 01:00

Dos de mis amigos han presentado en el Ateneo Jovellanos sus últimos libros: primero lo hizo José María Ruílopez y luego José Martín Lanchas. Dos ... obras totalmente opuestas en temática, pero ambas interesantes. José María Ruílopez presenta con tono humorístico, toda vez que ácido, un drama de amor, odio y celos que lleva por título 'Sencillamente ¡oh!, Diosa'. Presentó la novela la también escritora Cristina Álvarez de Cienfuegos que la tilda de espléndida, pese a la crudeza de algunas escenas de sexo; no en vano es la vida de una prostituta contada por ella misma. Añade Cristina que es un libro que engancha desde el primer momento. Por mi parte, estoy 'enganchada' ahora en su lectura y, pese que el tema prostitución me queda un poco lejos, reconozco que son realidades que ahí están y que tratadas, como es el caso, con maestría de buen autor, merecen ser leídas.

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El segundo amigo, el doctor José Martín Lanchas, con su 'Aventuras y desventuras de un médico rural', nos hace retroceder en el tiempo. Volver a aquellas épocas en las que la medicina era casi un milagro. Desde su especialidad, la ginecología, relata lo que sucedía en la década de los sesenta/setenta, donde se ejercía muchas veces con más voluntad que medios. Como hija de comadrona que entonces trabajaba en pueblos alrededor de Gijón, me recuerda su libro muchas anécdotas vividas en mi casa, ese teléfono que sonaba a cualquier hora del día o la noche ; esas jornadas que mi madre pasaba en cualquier pueblín cercano a la vera de una parturienta. En fin, para mí es un libro, salvando las distancias, de recuerdos.

Ambos autores, ya veteranos en publicaciones y con estilos y temas muy diferentes, merecen ser leídos y ocupar un sitio en nuestra biblioteca. Tenemos garantizada la calidad, el entretenimiento y, en resumen, la vida misma: la de hoy y la de ayer.

Y no me gustaría concluir este articulillo que no pretende ser crítica literaria esa le corresponde a quienes lean las obras, sin mencionar la decepción que sentí en ambas presentaciones por la ausencia de público. No pasó en ningún caso de diez personas, tal vez doce. Y eso nunca había pasado en el Ateneo Jovellanos mientras de una u otra forma en él estuve. Una presentación fue siempre un encuentro, una puesta en común, un motivo para que los ateneístas se reunieran cuan familia en torno a un tema cultural. Desconozco la razón de tal desafección hacia una actividad que siempre contó con un nutrido grupo de ateneístas. Nunca, que yo recuerde, se presentó un libro ante media docena de personas (descuento los familiares) y ahora pasa, lo he vivido. Y me pregunto, ¿por qué languidece el Ateneo Jovellanos? Tal vez convendría que se lo replantee quien corresponda, muchas personas hemos luchado por mantener, en tiempos bastante difíciles, un grupo ateneísta activo, implicado. No es suficiente pagar una cuota por el cariño que los socios tienen hacia la institución, es necesario que sean partícipes activos.

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