Roberto Molinos en el Evaristo Valle
Tiene para mí gran atractivo en las mañanas soleadas, esta vez de otoño, darme una vuelta por el Museo Evaristo Valle. Es un encuentro con ... la naturaleza, un aislamiento del este bullicioso Gijón que tanto quiero, y muchas veces, además, me encuentro con un plus. Así fue el pasado domingo, se inauguró una muy interesante exposición del fotógrafo Roberto Molinos, que después supe que había hecho su primera exposición precisamente en el museo hace cuarenta años, y me cuentan también que en aquella ocasión hizo múltiples retratos a los visitantes, que en su día también fueron objeto de exposición.
Pero quiero centrarme en la actual, siempre en la línea del museo de acercar a sus salas la vanguardia más original e interesante. Sorprende el título de la muestra: 'Guzmán y alrededores'. En principio reconozco que despista un poco, porque eso de Guzmán…, que en principio sería el nombre de un pueblo de Burgos, amén de otras muchas cosas, sin explicación y viendo sus fotografías sería difícil de entender. Y ahí es donde el autor deja correr libremente su originalidad, esa parte genuinamente artística en la que en este caso la fotografía pierde su fidelidad con la realidad. Pero sin apartarse de ella. ¿Difícil verdad? Pues esa es precisamente la facultad que tienen los artistas de modificar la realidad, de manejarla a su antojo. Nuestro Roberto recorrió el mundo de norte a sur, de este a oeste y decidió que en cada una de las fotografías de esta muestra hubiese una parte del Guzmán (a la vera del Duero) y otra de cualquier parte del mundo recorrido. A la composición de dípticos, ciertamente original hay que añadirle el colorido, la luz que ensambla lugares muy opuestos y muchas veces distantes. Él mismo escribe en su presentación que «las imágenes no buscan describir un lugar sino construir un territorio simbólico». Y ciertamente lo consigue, aunque esta sea una exposición que precise siempre una explicación, la armonía conseguida sería suficiente para verla. Por eso animo, a esas personas que cuando me cruzo por la calle me dicen con tanto cariño «te leo», a que se den una vuelta por el museo.
La mañana de domingo es sanadora y, además, siempre está bien volver a contemplar la obra de nuestro Evaristo Valle: el museo con cierta frecuencia incorpora algún aliciente de obra privada y ofrece algunos estudios más siempre enriquecedores.
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