La recámara
Jaime Clemente Hevia
Lunes, 2 de junio 2025, 14:06
Sucedió lo que era lógico que sucediera, aunque no dejó indiferente a nadie lo rápido que encajó los goles el Depor. Era difícil que los ... gallegos obrasen la épica sin jugarse nada desde hace meses, pero contaba con que hubiera algo de emoción hasta el último minuto. Aunque, por otra parte, me sirvió para asimilar rápido la situación, entender que a los jugadores del Real Oviedo no se les puede reprochar nada porque han hecho sus deberes y que, por buscar el lado positivo a lo que tenemos por delante, disfrutaremos de tres semanas más de fútbol.
Quise creer que podía ser posible ascender el domingo porque dar por perdida una oportunidad antes de jugarla es la mentalidad que tienen los perdedores, que era lo mismo que pensaban los 29.418 oviedistas que, ilusionados, batieron récord de asistencia en un partido de fútbol en Asturias. Desde que este club consiguió salvarse financieramente, siento que tengo la obligación de acogerme a los milagros y la suerte. Es cierto que los primeros minutos después de conocer el 0-3 en Coruña fueron difíciles, pero más difícil es vivir sin confiar en cada oportunidad que tenemos de poder cumplir nuestros sueños. Sin esa fe es imposible que algún día se transformen en hechos reales.
Ver el play off como un fracaso no es ser objetivo y sería tratar de una manera muy injusta a los jugadores y a Paunović. Puede ser muy cansado estar siempre remando contra corriente, pensando que nunca llegará nuestro momento y que vivimos de ilusiones. Pero cuando miro a mi alrededor y veo la cara de los hombres y las mujeres que aguantaron los cimientos de este equipo cuando estaban a puntos de derrumbarse, y las de los niños que acuden al campo con la ilusión de ver a su equipo, respiro hondo, levanto la vista del suelo y la adrenalina empieza a dispararse. Hay que creer y vivir creyendo porque es la primera piedra que necesitamos para construir la escalera que nos llevará de regreso a nuestro lugar después de tantos años. Hay que dejar a un lado los fantasmas del pasado y ondear nuestras banderas al cielo como harían los que ya no están con nosotros si pudieran hacerlo. Hay que seguir luchando porque siempre merece la pena volver a intentarlo. Sólo juntos lo conseguiremos. A por ellos.
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