Algo no encaja

Los apóstoles estaban gozosos junto a Jesús. Era el comienzo y todo iba muy bien. La ilusión inicial es buena, pero el camino que les va marcando es, poco a poco, la dura realidad; cuando comienzan las dificultades, algunos le abandonan y Jesús pregunta a sus discípulos si ellos también se van. Otros, del entorno de Jesús, al oír esas normas exclaman: «Si llego a saber eso de amar a los enemigos y perdonar… qué necesidad tengo yo de meterme en esta aventura, a mis años». La realidad es que ese camino tiene dificultades.

Nosotros también tenemos cada día dificultades y nos da la tentación de dejarlo porque es difícil caminar entre espinas. Y, como los discípulos, también nos gustaría «sacar algún beneficio» y querer sentarnos a su derecha, no es nada nuevo. Junto a Jesús no hay poder, sino servicio; no hay primeros puestos, sino últimos; no se ve todo claro, tenemos muchas dudas.

Además, las normas que nos dice Jesús tienen carácter de mandamiento; la norma «amar a los enemigos» es quizá la exigencia más dura de cumplir y podemos pensar «no puede ser, no nos puedes pedir esto». No es una novedad, es el precepto más impopular y uno de los más difíciles de cumplir. Y la razón es clara: si Él nos perdona, debemos perdonar, si Él nos ama sin merecerlo, quiere que amemos incluso a los que no se lo merecen, a los que nos hacen mal. Desde la lógica de Dios todo es perfecto, pero, esas normas, desde nuestra lógica hay algo que no encaja o no entendemos.