Jesús hizo presente el Reino de Dios en su vida con una propuesta a todas las personas de toda nación, cultura y religión, es la ... oferta de salvación definitiva. Abrió las posibilidades de cada persona y propuso esa meta para todos, siguiendo el camino que nos marcó para que podamos alcanzar la meta que Él alcanzó.
Publicidad
San Pablo nos repite que es hora de espabilar, pero seguimos portándonos como necios al seguir en dirección equivocada. Las advertencias de Pablo a los romanos son las mismas que nos haría hoy: nada de comilonas y borracheras, riñas, desenfreno y enfrentamientos. La esperanza se funda en que Dios no nos puede abandonar ni retirar la oferta de salvación que no es para el futuro sino para el presente.
Pero, en ocasiones, la evolución nos lleva a la comodidad. Y solo la parte espiritual nos exige esfuerzo y superación. Complacer los instintos es mucho más fácil que estimular el espíritu y, a lo largo de la historia, esta situación ha sido muy explotada por los dirigentes. Los emperadores romanos ofrecían pan y circo a las masas, hoy la oferta tranquilizante es fútbol, Internet y televisión. Es el maravilloso progreso material que nos ofrecen los políticos: «Come, bebe y diviértete pero no pienses, no actúes, para eso estamos nosotros». La religión, olvidando el evangelio, ha caído también en la trampa de una salvación cómoda, una salvación donde no hay dolor, pecado ni muerte.
Adviento es la preparación para celebrar un acontecimiento que se produjo hace más de veinte siglos y debe ser un tiempo de reflexión profunda, que nos lleve a ver más claro el sentido de la vida. Pero estamos instalados en un error que es esperar una salvación que viene de fuera, y Dios viene siempre desde dentro, aunque preferimos seguir pensando en el Dios todopoderoso que actúa a nuestro gusto y desde fuera. Así no llegaremos al Reino de Dios que ya está dentro de nosotros y si no lo encontramos es que seguimos dormidos.
1 año por solo 16€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión