Sagaces y sencillos

El Evangelio nos dice que «no hay que alterarse por ir en medio de lobos», como si fuésemos ovejas o palomas. Podría haber sido al revés y enviaros de modo que no haya que sufrir y nos enviase como leones; pero eso no era lo conveniente, porque así perderíamos prestigio y podríamos pensar que todo lo que hacemos es por nuestra fuerza y voluntad, olvidando la gracia de Dios. Es lo que decía a San Pablo: «Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad».

Y añade que además de esa debilidad debemos ser sagaces como serpientes y sencillos como palomas. Pero, ¿para qué sirve esta sagacidad en medio de tantos peligros? ¿Cómo puede una oveja ser sagaz en medio de los lobos o de qué le sirve la sencillez a la paloma en medio de halcones? La sagacidad y la sencillez no sirven para los animales, pero sirven de mucho a las personas.

El Evangelio nos dice que seamos sagaces como serpientes; y tiene sentido cuando sabemos que a la serpiente no le importa perder parte de su cuerpo si conserva la cabeza. Un cristiano debe estar dispuesto a perderlo todo, dinero, y aun la vida, con tal que conserve la fe. La fe es la cabeza y la raíz; si la conservas, aunque lo pierdas todo, lo recuperarás con creces. La sagacidad de la serpiente nos hace fuertes a los golpes y la sencillez de la paloma frena la venganza de quien nos daña. Hay que ser sencillo y sagaz a la vez, en ello está la verdadera virtud.