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Ya llevo tantos años a la espalda que me acuerdo de aquel 8 de mayo de 1945. Acompañaba a mi abuelo a la feria del ... Toural en Allande, y a eso del medio día sonaron las campanas y estallaron algunos voladores. El Toural era un trozo empinado con arboleda, al lado del Ayuntamiento, donde desembocaba la calle General Aranda. La noticia iba de boca en boca, partiendo de los que la habían escuchado en la radio.
A mis siete años no captaba las expresiones de los rostros; solo oía palabras en voz baja de los que manifestaban cierta alegría por el resultado, como si se tratase de un partido de fútbol. Aquellas radios, del tamaño de una colmena de abejas, conectaban con la BBC. Los rusos habían entrado en Berlín, y la guerra en Europa había concluido.
En voz baja se advertían: cuidado, que por ahí andan algunos guardias civiles vestidos de paisano para ver si cogen al que roba carteras; de paso pueden atrapar al que se va de la lengua. Las campanas y los voladores podían ser un aviso de acontecimiento, y seguro que no celebraban victoria alguna. El siguiente fogonazo de la memoria fue el momento en que les leí el periódico a mis vecinos, semianalfabetos, sobre aquel 8 de mayo.
Dos días después, que era lo que tardaba en llegar la prensa hasta mi aldea perdida. El titular daba cuenta de que la guerra había terminado, porque los contendientes ya estaban cansados de tanta lucha. Que ya era hora de celebrar la paz. Y es que aquellos periodistas de entonces, que acompañaban un mapa diciendo por dónde avanzaban «nuestros ejércitos», sobre todo los que intervenían por las tierras de la Rusia culpable, no sabían cómo excusarse de las malas noticias. Hitler había muerto. Y Mussolini había sido asesinado junto a su esposa. Mal informados, o queriendo informar mal de que el Duce, amigo del Caudillo, tenía una amante.
Acabo de ver en el televisor la película alemana 'El ministro de propaganda'. Se refiere a ese ser maligno y manipulador llamado Joseph Goebbels. Los dictadores puros, al igual que los que horadan como tales llamándose demócratas, necesitan a ejemplares como Goebbels, que aplaudan y encumbren los delirios de cualquier tiranuelo. Pero así como la película sobre el mencionado propagandista nazi no nos enseña gran cosa sobre lo que ya sabíamos a través de los historiadores, ninguna fuente de enseñanza para entender la política actual nos ilustra como la novela de Mario Puzo y las películas de 'El Padrino'.
Algunos, decepcionados netos, ya no dicen que, cuanto más conozco a los hombres más amo a mi perro, si no, mejor me caen los Corleone. Don Corleone tenía a su consejero, que servía también como ministro de propaganda. Algo que no falta multiplicado en los gobiernos actuales. Y los Clemenza, que actúan en lo criminal sin escrúpulos, pero con cierta inteligencia. Y los Luca Brassi, que no piensan por sí mismos, puesto que están solo para obedecer, y les basta con el pensamiento del que ordena.
Harían bien los políticos actuales, ya que no se apartan de la maldad y la corrupción, leer a Maquiavelo, pero también la gran novela de Mario Puzo. «Nunca digas lo que piensas, si no es dentro de la familia». «Ten cerca a tus amigos, pero más cerca a tus enemigos». «Aléjate de mi hija (aléjate de tu novio, Ayuso) si quieres formar parte de la familia». «Aquel que más te adula, ése va a ser el que te traiciona».
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