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Si hacemos caso a muchos politólogos o escribidores, supuestamente enterados, estamos en las vísperas de cambios radicales. En una democracia este tipo de cambios deben ... llegar a través de las urnas pero, según los más pesimistas del rebaño, las argucias para mantenerse en el el poder ya encierran trazos dictatoriales. Si les preguntan a individuos como Putin o Maduro si su régimen es democrático, responderán que sí, no lo duden. Los primeros atisbos anti-democráticos es cuando la gente comienza a ver al individuo por encima del partido.
De Gaulle perdió su referendo cuando los franceses, en vez de hablar de la república, hablaban del gaullismo. Felipe González agotó su crédito desmembrándose golpe a golpe por la corrupción, y fue entonces cuando la gente ya no hablaba de socialismo, sino de felipismo. Y ahora gran parte de los españoles dice que estamos gobernados por el sanchismo.
La figura desmadrada del líder no la ha sacado a colación la oposición ni la prensa adversa, sino uno de sus incondicionales pretorianos, que llegó a nombrarlo como el 'puto amo'. O esa ministra que se sienta a su lado, la del porte cañí y pelo rizado, que lo mira y sonríe con embeleso. Demasiado líder para tan escasos dominios.
Quiero decir que, en teoría al menos, la tierra acaparada por el sanchismo corresponde a este trozo que va desde la Tina Mayor al Eo: Asturias, para más señas. No puede asegurarse que otra comunidad con gobierno socialista, como es el caso de Castilla la Mancha esté entregada al amado líder, cuando éste emplea los modernos artilugios electrónicos para insultar a su presidente. Tampoco Cataluña, donde cualquier ideología que no sea independentista tiene un precio, incluida la que se hace llamar socialista.
Ese precio que el sanchismo hace pagar a los españoles a mayor gloria del líder. O sea, hay que pagar para que siga en el gobierno el 'puto amo'. Asturias es, por tanto, la única comunidad rendida al líder supremo. En teoría, las dos principales ciudades tampoco llevan la marca sanchista, pero pertenecen a una oposición blanda y fácil de encarrilar. Asturias, para el sanchismo, es una tierra de barbecho que permanece desde hace tiempo dormida. La están dejando desmoronarse pedazo a pedazo, por el suelo y el subsuelo, con la industria decayendo y el campo agonizando.
Los periódicos hablan, eso sí, de nuevos enlaces aéreos y ofertas de trenes rápidos franceses para acarrear la diáspora, sobre todo de gente joven y los más valiosos. En mi familia tengo pruebas porque, como decía el dibujante Ramón en su viñeta de EL COMERCIO días pasados, para huir del sanchismo no hace falta cruzar los mares, como hizo mi querida J., que está en Estados Unidos. Basta con irse a Madrid, el lugar en que está mi querida V. O a Galicia, donde está la no menos querida C. Y dentro de poco la juventud mirará hacia León, donde la multinacional GAM, para reparación de maquinaria, con capital asturiano ha puesto en marcha su fábrica en Villamañán. 700 empleos directos, lejos de este solar ingrato y abúlico, porque aquí no estamos en tiempo de construcciones ni reconstrucciones, sino de desguaces.
Y cantan los números, aunque se revuelvan con excusas los leguleyos, tirando el dinero en bables y otros inventos espurios, cuando tenemos un PIB desmoronado respecto a las demás regiones. En 2023 a Castilla y León le corresponde 29.640 euros por ciudadano; a Galicia, 28.864; a Cantabria, 28.461 y, por último, a Asturias, 28.130. Que progresen ellos, como dijo el otro. Nosotros jodidos, pero contentos.
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