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Parientes lejanos míos de ese suroccidente olvidado me dicen que retornan todos los años a pisar la tierra de los ancestros, pero algunos ni siquiera ... conocen la Asturias que pincha y raja: la del centralismo, la de aquellos que les importa poco lo que hay en los extremos si no es para comerse un buen potaje de berzas. Mis parientes se comunican por Leitariegos, y ahora también por el Rañadoiro después de construir el túnel, cruzando Laciana y utilizando la autovía de Galicia. Si optan por lo segundo atravesarán el concejo de Degaña, con el asombro de ver una política desnortada. No encontrarán un solo bar. Ni una farmacia. Ni siquiera en algunas horas del día a cualquier vecino que se asome en el pueblo fantasma para poder hacerle una pregunta. Te dirán, si aparece alguien, que tal vez en Cerredo, que es sitio con más vida, aunque también agonizando. A los pocos vecinos que quedan los cargaron con promesas de que en las laderas del monte colocarían placas solares, puesto que Degaña es una tierra con las querencias del Sur, con más sol y menos lluvia que la Asturias verde de prados y llena de romerías. Y si encuentras a algún indígena y le preguntas de qué viven y dónde compran, te dirán que por supuesto en Villablino, a dónde se llega en media hora, y no en la tierra ignota de Cangas, que hasta no hace mucho se tardaba hora y media por aquella carretera infernal. Los de Degaña compran en Villablino, y lo que es vivir, sin minas y sin ganadería, los pocos que queden vivirán en el futuro de milagro.
Si nos fijamos en el desgraciado accidente de hace días, ninguno de los mineros fallecidos o lesionados eran de Asturias. Puede deberse a una casualidad, pero los mal pensados nos inclinamos por una deserción masiva de una región a la que le planifican el desalojo a base de impedimentos. Y las investigaciones apuntan últimamente a la incompetencia y a los chanchullos. La justicia dirá, si es que alcanza a decir, que esta agonía imparable puede tornarse, además, en algo altamente peligroso. O sea, un abandono de esos restos del naufragio para sacar algún provecho semiclandestino algún enterado de la política. Degaña, como todo el suroccidente, se está convirtiendo aceleradamente en una tierra de viejos, y por lo tanto en solar propicio para los que con mejores o peores intenciones la quieren convertir en un nuevo Serengueti. Un parque temático, donde las fieras campen y los hombres callen. Viejos que no se opongan a que el hermano lobo les coma las ovejas y el hermano oso les tumbe las colmenas. La mayor parte de los fundamentalistas que diseñen su futuro no osarán siquiera hacer una visita a esas tierras. Pero menos las conocen, se supone, diputados de las lejanas Islas Canarias, que votaron con convicción que había que proteger al lobo ibérico.
Como final, la pregunta que me hago es la misma que se hizo Vargas Llosa sobre el Perú: ¿Cuándo se jodió Asturias? ¿Sería tal vez cuando unos caciques hace 70 paralizaron las obras del ferrocarril al suroccidente para aprovechar las riquezas del suelo y el subsuelo? ¿O cuando los mismos caciques ordenaron la construcción de Ensidesa en un fangal, cimentada a base de enterrar a pobre gente en las campanas neumáticas? ¿Los que eligieron terrenos para el aeropuerto en un mar de niebla, y el más alejado de las ciudades y de los polígonos industriales? Los mismos de siempre. Un rayo que no cesa.
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