Tormentos nacionales
El alzamiento de Riego, como es sabido, fracasó, y al pobre hombre lo torturaron al grito de «vivan las cadenas» y lo vejaron de todos modos
Ya sé que cada uno tiene derecho a tener su propio gusto, como cada cual tiene su propio ombligo. Al conmemorarse el centenario de la ... muerte de Pérez Galdós estalló una polémica en el mismo diario, 'El País', en que colaboran Javier Cercas y Antonio Muñoz Molina, el primero poniendo la escritura galdosiana al nivel de los talones y el segundo subiéndolo hasta las nubes. Estas confrontaciones en un mismo diario suelen diluirse pronto, porque quien ordena y manda no le gusta ver en su casa conatos de guerra civil, aunque sea tan liviana como la que se hace por medio de la pluma o de las teclas.
Todo quedó en nada, recordando el dicho de que entre bomberos no hay que pisarse la manguera. No obstante, a mí me sacaron del olvido algunos regustos amargos, pues de Galdós me había puesto como penitencia leer los 26 tomos de 'Los Episodios Nacionales', que me había regalado alguien muy querido.
Entiendo que el mayor agradecimiento para quien te regala es hacerle ver que te sientes satisfecho y te es de utilidad lo regalado, así que hice lectura de las miles de páginas, encontrando a ratos entretenimiento e ilustración, y en otros muchos momentos me parecía aquello una penitencia y un mal sueño. Una prosa garbancera, como decía su íntimo enemigo Valle Inclán; aunque el adjetivo garbancero tiene varias acepciones, y además de vacío e inútil, puede referirse a aquel que escribe pensando ganarse los garbanzos, sin buscar refinamientos literarios.
Antes que otros pusieran objeciones a la prosa de Galdós –aparte del genial Don Ramón María del Valle Inclán–, yo ya había sufrido indignación al leer el pasaje del 'injusticiamiento' del general Riego, nuestro paisano de Tineo; y por lo que a mí toca nacidos en el mismo partido judicial. Como se decía en los libros de texto del franquismo, para denigrarlo, Riego era masón y se negó a embarcarse con las tropas hacia las colonias de América, hizo un levantamiento contra el rey Fernando y lo obligó a que firmase la Constitución. En otros casos más recientes al levantamiento militar se le llamó alzamiento nacional. El de Riego, como es sabido, fracasó, y al pobre hombre lo torturaron al grito de «vivan las cadenas», lo vejaron de todos modos y al fin lo arrastraron por las calles de Madrid metido dentro de un serón hasta la plaza de la Cebada.
Allí, según escribe Galdós, recibiendo noticias de segunda mano, lo tuvieron que subir en brazos para ahorcarlo. Lo cual significa para el escritor canario una muerte indigna. También el hecho de haberse dejado confesar por un fraile dominico, que ofendía al ateísmo confeso del escritor canario.
Algún viernes aparecerá en la TPA, en el espacio que dirige mi amigo Maxi Rodríguez, la entrevista que me hacen sobre los recuerdos como crítico teatral en EL COMERCIO. Entre las preguntas figura: ¿Qué espectáculo teatral me resultó más interesante de los que pasaron por Gijón? No tuve duda al responder: aquella 'Carmen', en montaje de Salvador Távora. La compañía La Cuadra atronó en los bailes con micrófonos colocados debajo de las tarimas. Un caballo cartujano se movía en el escenario contoneándose con Carmen. Pero la Carmen de Távora era liberal y liberada. No llevaba navaja en la liga, sino un grito contra el rey felón. Aquel saco de mierda que mandó ahorcar a Riego. Carmen la cigarrera no había oído hablar de Tuña, pero sí de la villa cercana de Las Cabezas de San Juan. Por eso gritaba como yo grito: ¡Viva Riego!
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