El síndrome de las palabras cuna
José Busto
Lunes, 6 de octubre 2025, 02:00
Ramirín, chico, eres especialista en poner albardas al lenguaje para no escuchar el chirriar de tus propios prejuicios atávicos y estructurales, macho. Me refiero a ... esos eufemismos que acabas de utilizar para dirigirte a ese chaval con síndrome de Down. Angelito, personita especial, amigo de Jesús, ¿se te ha ido la olla? Y las palmaditas y las caricias en el hombro sobraban, no es un cachorro. ¿No viste la cara de su madre?
No, no lo proteges, qué vas a proteger. Cuando haces eso, te proteges a ti mismo. Son palabras cuna para adormecer tu aprensión. Las utilizas como un nórdico que te ayuda a rehuir la intemperie del encuentro. Son cómodas y te sirven para no mirarle a los ojos. Pero el problema de la cuna es que tiene barrotes y esos barrotes sostienen el decorado de la condescendencia y el asco. Ese qué valiente eres y qué mérito tienes, me pone enfermo. Sí, el asco, se te nota a la legua.
Si pensaras antes de hablar. No, escucha lo que te digo. Aníbal Siñeriz, cuyo trabajo y compromiso personal en el área de cultura está más allá de toda duda razonable, me propuso formar parte del jurado del concurso de talentos que tuvo lugar en el marco del festival DiversAvilés y nunca se lo agradeceré bastante. Él, junto con la inestimable ayuda de Berni La Plague, están haciendo un trabajo con esa chavalería que va mucho más allá de la mera inclusión o los servicios sociales. Les están ofreciendo libertad para ser ellos mismos. Sin prejuicios lamentables.
Si los hubieras visto, Ramirín, si hubieras visto sus caras y sus ojos. Cómo hervían de emoción. Cómo reían y cantaban y buscaban la mano de sus compañeros para respirar el escenario y abrir la ventana de su alma tras un invierno largo y aburrido. Eso no tiene precio, tío, te enseñan tanto… Esa clase de felicidad que trasciende el aquí y el ahora y que debería ser asignatura obligatoria en todos los colegios, institutos y universidades del mundo. Si los hubieras visto, igual se te ablandaba ese corcho reseco que tienes por corazón y empezabas a ver lo que te rodea desde otro lugar.
La chica que ganó el primer premio, Paula Menéndez, cantó con un nivel vocal que ya quisieran algunos. Afinó sin perderse, desde la primera nota, y se apoyó en el diafragma como hacen los profesionales. Gestionó los nervios como si hubiera nacido con un micrófono en la mano y supo ganarse al público desde el primer momento. Si por ti fuera seguirían escondidos en sus casas como antiguamente. Lo hizo bien no 'a pesar de', lo hizo bien por puro talento.
Son como nosotros. Desean lo mismo que tú. Quieren currar, divertirse, enamorarse, salir por ahí, y yo qué sé, elegir su propio aburrimiento un domingo cualquiera. No necesitan palmaditas, necesitan respeto, un micrófono y un presupuesto decente.
Necesitan autonomía, tiempo y oportunidades reales para ser felices. Tienen derecho a la normalidad y al fulgor. A ser público, artista o nada. A pasar desapercibidos. Lo demás, Ramirín, son cuentos para dormir la conciencia de los privilegiados como tú y como yo. Así que menos asco vergonzante y más mirar a los ojos.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión