Candás, lo que el tiempo destruyó
Con pluma de tinta de calamar rasgo el papel de esta columna después de leer en EL COMERCIO de días pasados todo eso que se ... dijo referido a que: «La mar asturiana moldeó nuestro carácter, nos dio industria y cultura, y que hoy vuelve a ser protagonista porque es una palanca de futuro». Bellas palabras, digo yo, de amor (de un dulce amor azul) referidas a los dos grandes puertos pesqueros asturianos como protagonista de ese ideal futurible: Gijón y Avilés. Y es que, en efecto, la mar fue la gran señora de nuestra historia, la emperatriz de muchos de nuestros pueblos costeros.
Y ahora que se habla de inversiones y empleos directos e indirectos en el sector pesqueros, es conveniente decir, para quien no lo sepa, que uno de esos pueblos (tal vez de los más importantes de nuestra historia marinera) fue, desde sus más remotos orígenes, Candás. Sí, así lo escribe y detalla el historiador candasín Manuel Ramón Rodríguez en el libro titulado 'Candás, un retrato social'. Manuel Ramón, hijo y descendiente de una de las más antiguas familias marineras de Candás, relata con detalle que «desde las legendarias capturas de ballenas realizadas en las proximidades de sus costas, pasando más tarde por la fama y prestigio de sus salazones y escabeches en los mercados castellanos y leoneses, Candás, fue líder nacional en la industria transformadora del pescado, llegando a tener 330 marineros censados y 13 fábricas de conserva con 500 operarios, en su mayor parte mujeres, formando con Gijón y Cudillero el colectivo pescador más importante de Asturias».
Y la pregunta que uno se hace es: ¿qué fue de todo aquello? El pueblo que tuvo la primera lonja o rula de pescado de toda la costa asturiana, y que con su precio de salida marcaba el precio de todas las demás, fue perdiendo sus barcos, cerrando sus fábricas, abandonando redes y aparejos. Y ahora, ¡ay hombre!, los muelles natales son algo así como un garaje para guardar los barquitos que van y vienen sobre las olas de un mar que, sino muerto del todo, es ya, por desgracia, otra cosa.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión