
Gaudí, el 'maestro' de la basílica
José María Fernández Chimeno
Martes, 22 de abril 2025, 02:00
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José María Fernández Chimeno
Martes, 22 de abril 2025, 02:00
«El trabajo es fruto de la colaboración. El verdadero arquitecto reconoce lo que sabe y puede hacer cada operario, no hay nadie inútil. He ... cansado mucho a los que han trabajado conmigo, procurando mejorar las cosas. Repetir es un camino de fertilidad; en Beethoven se encuentran temas retomados de 10 años atrás, en Bach lo mismo, Verdaguer corregía siempre sus poesías. La paciencia consiste en esperar, no pasivamente, sino trabajando con persistencia, aunque la solución no se vea cerca». ('Gaudí, su vida, su teoría, su obra'. Cèsar Martinell).
Estoy seguro que cualquiera de los operarios que trabajaron para Antonio Gaudí habrían suscrito esas palabras persuasivas, de haberlas conocido. Con esa actitud, Gaudí se dirigía a sus más directos colaboradores (arquitectos como Joan Rubió o Cèsar Martinell, maestros de obras como Claudi Alsina, escultores y dibujantes como Joan Matamala o diseñadores como Josep María Jujol i Gibert). En el citado artículo, Jujol (hijo) insistía en que «muchos confunden colaborador con ayudante. El colaborador realiza su propia obra incorporándola a la del genio; hay creación propia. Mientras el ayudante realiza la obra del genio tal como este la ha proyectado…», y expresaba la opinión de la enorme importancia de sus colaboradores en la ejecución de las 'obras gaudinianas', sobre todo fuera de Cataluña; aquellos que se citan, junto con las obras realizadas, con profusión de detalles en la guía cultural: 'Gaudí. Ruta por el noroeste de España'. (J. F. Chimeno; EOLAS Ediciones. León, 2017).
En ninguna, como en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús en Gijón (1918/22), Gaudí ejerció de 'maestro'. ¿La razón? Muy sencilla. En las otras tres obras de la citada Ruta Gaudí (por el noroeste de España), el genio de Reus ejercía de arquitecto proyectista; son obras, pues, nacidas de su ingenio y construidas en su mayor parte por unos operarios contratados siguiendo sus instrucciones. Tal sucedió con el Palacio Episcopal de Astorga (1891/93) y con la Casa Fdez. y Andrés de León (1892/83); no así en el caso de El Capricho de Comillas (1882-1885), donde el arquitecto Cristóbal Cascante Colom (1851/1889) llevó la dirección de obras a partir de una maqueta realizada por Gaudí en Barcelona.
Sócrates fue el 'maestro de Grecia' como Gaudí fue el 'maestro' del templo del Sagrado Corazón de Jesús en la villa gijonesa. Ambos rechazaban poner precio a sus enseñanzas, pero no por ello cualquiera podía asistir a sus clases, sino que se reservaban el derecho de admitir o rechazar a un candidato a alumno. Y, ahondando en esta comparación, ninguno dejó escritos sus pensamientos, pues Sócrates «prefería el calor de la palabra hablada, el diálogo, antes que el frío ejercicio de la escritura. Por fortuna, su intensa y prolongada actividad docente dejó una huella tan profunda en sus discípulos que algunos de ellos, sobre todo Platón y Jenofonte, escribieron amplios relatos de memorias y diálogos con su maestro». Otro tanto sucedió con Antonio Gaudí, quien tuvo a su disposición a los 'cuatro evangelistas' para recoger sus teorías y pensamientos: Cèsar Martinell i Brunet, Josep F. Rafols Fontanals, Isidre Puig Boada y Joan Bergòs i Massò.
Sócrates y el 'socratismo' dieron paso a una filosofía de la vida que ha perdurado veinticuatro siglos, en términos redondos. Algo más reciente es el 'gaudinismo'. Lo definió así uno de sus discípulos directos, «el arquitecto Cèsar Martinell propone por primera vez esta expresión, en un texto breve, publicado en 1954 […] Gaudí no escribió ningún tratado de arquitectura, pero sus pensamientos supo trasmitirlos, básicamente de modo oral, a sus colaboradores y discípulos más cercanos». Digamos que existe un Gaudí 'explicado por él mismo' que conocemos a través de sus 'cuatro biógrafos' y un gran número de autores –como el que suscribe– que intentan 'analizarlo y difundirlo'. No obstante, su justo reconocimiento internacional no llegaría hasta bien entrado el siglo XX. El historiador del arte Nikolaus Pevsner, en su obra 'Los orígenes de la arquitectura y el diseño modernos' (de 1968), nos avanza que: «en las dos portadas, (del Palau Güell, sito en Barcelona) Gaudí empleó rejas de tradición catalana y 'arcos parabólicos' –la forma del futuro– tanto por su valor decorativo como por el estructural».
Aparte de las opiniones vertidas por sus 'cuatro evangelistas', otros alumnos aventajados, como el arquitecto-calculista Joan Rubió i Bellver y el maestro de obras Claudi Alsina i Bonafont, supieron aplicar los conocimientos del 'maestro' e innovar con 'su propia obra, incorporándola a la del genio' para llevar a cabo una obra singular: la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús. Por consiguiente, se puede afirmar que Antonio Gaudí es el 'maestro de la actual basílica', el alma mater, y sus estudios empíricos a través de la 'maqueta funicular', cuyo proceso de diseño y elaboración se desarrolló a lo largo de diez años (1898-1908), resultaron ser esenciales a la hora de proyectar la Iglesia de la Colonia Güell (en 1908 se comienza la cripta, pero en 1914 se suspenden las obras). Resultados que más tarde se aplicaron a dos encargos de los jesuitas: la iglesia de Raimat (Lleida) y el templo de Gijón (Asturias).
Para tal fin, el arquitecto-calculista Rubió contó con la inestimable colaboración del maestro de obras Claudi Alsina, afincado en Gijón desde 1902. Ambos 'colaboradores' de Gaudí, uno en Cataluña y otro a pie de obra, dieron vida a la actual basílica. Es importante resaltar que ambas 'iglesias jesuitas' fueron diseñadas y edificadas en vida de Gaudí, por lo que cabe suponer que el 'maestro' tuvo sobrado conocimiento de que se estaban llevando a cabo los resultados de 'los estudios' alcanzados con su 'maqueta funicular', gracias a estos dos alumnos aventajados. ¿Y cuáles fueron estos resultados? Estos, como en un cofre aherrojado, se guardan en el interior de la actual basílica del Sagrado Corazón de Jesús, desde el año de su consagración, el día de San Fernando (30 de mayo de 1924).
Como podemos apreciar, la 'forma del futuro' preconizada por Pevsner en su obra 'Los orígenes de la arquitectura y diseño modernos' (1968) son 'los arcos parabólicos', tanto por su valor decorativo como por el estructural. Presentes en los bajo-cubierta de la casa Milá (La Pedrera) y la casa Batlló, alcanzan aquí su mayor dimensión; valiéndose de ellos para conjugar el binomio modernismo-tradición.
Joan Rubió firmaba el proyecto en 1911, pero por diversas circunstancias que ahora no vienen al caso, las obras no comenzaron hasta 1918 y cuando finalizaron, en 1922, gracias al procer 'alumno gaudiniano' Claudi Alsina, ya era considerada como la de mayor complejidad en Gijón hasta la fecha, por los 27 metros de altura que adquieren los elementos autoportantes de gran resistencia y belleza estética (evitando el uso de arbotantes y contrafuertes, en el exterior). Lo cual ha permitido crear un espacio amplio y diáfano en el interior de la nave única (siguiendo el modelo de la iglesia del Gesù, en Roma), y que provoca, además, el 'efecto anagógico' de elevación del espíritu. Algo que Sócrates buscó con idéntico propósito, pero por los caminos filosóficos del Timeo (Platón).
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