¡Bah!
Hoy se observa un cierto reverdecer de la 'banalidad del mal'. Asoma gente violenta que achaca su conducta virulenta a que las redes sociales infunden alienación en sus cerebros fofos
En el Israel de 1961, la pensadora Hannah Arendt asistió al juicio del Adolf Eichmann, el criminal nazi que organizó la caza y matanza de ... judíos en la Alemania de Hitler. Hannah Arendt resumió el resultado del juicio en el librito 'Eichmann en Jerusalén', para explicarse por qué aquella bestia no había mostrado ni mala conciencia ni remordimiento tras cometer horrendos crímenes contra miles de inocentes indefensos. «Obedecía órdenes», dijo, y así pretendía convertir sus fechorías en algo trivial. Hannah denominó a tan necia coartada la 'banalidad del mal', término útil para definir el comportamiento de la persona insensible o alienada que siembra odio y dolor, y que está desprovista de razón, corazón y ética. ¡Bah! ¿Infrahumanos asados en los hornos crematorios de los campos de concentración y exterminio? ¡Bah!
Lo malo es que hoy se observa un cierto reverdecer de la 'banalidad del mal'. En prensa aparecen nuevas formas de agresividad con toque Eichmann. Asoma gente violenta que imita las excusas 'eichmannianas' para exonerarse. Y que achacan su conducta virulenta a que las redes sociales infunden alienación en sus cerebros fofos. ¿Puede un partido de fútbol del parisino PSG originar dos muertos y cientos de detenidos tras la victoria en la Champions? Que solo es un partido de fútbol, colega, un juego, una diversión… ¿estás tonto o qué, so animal? Y qué decir de Arthur A., ese veinteañero austríaco que en Graz se lió a tiros contra unos candorosos alumnos del Instituto Borg que él había abandonado hacía años. Acaban de echar por la tele una pelea de jóvenes pandilleros en El Raval barcelonés. Se les ve defender su territorio sin miedo y con katanas, como si la cosa no tuviera un tinte letal, o fuera un inocuo juego de videoconsola o de rol. La legitimidad para tal conducta la encuentran en Tik Tok y en tantas otras redes sociales que, para bien o para mal, se han constituido en la herramienta favorita de los gurús de las nuevas mentalidades, esos que fabrican ideología y actitudes mediante burdas instrucciones que algunos prosélitos descerebrados siguen al pie de la letra, pues ese es un evangelio que hoy les llega por pantalla de móvil. De la mano de 'influencers' que banalizan el mal hasta tal punto que algún día veremos cómo algún niño, siguiendo instrucciones coercitivas, apuñalará a su maestra, y no mostrará ni pizca de remordimiento, porque esa es, ¡bah!, la perversa herencia ideológica de algún Eichmann que aun flota en el aire que respiramos. ¡Bah!
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