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Era muy campechano. En su último tramo hospitalario, un enfermero le saluda con un «buenos días, Santo Padre». Y J. M. Bergoglio contesta, «buenos días, ... santo hijo». La historia del papado es muy rica en anécdotas tragicómicas. El Papa de Roma gobierna un reino sin fronteras que no se limita al Estado Vaticano, sino que se expande por todo el mundo, por las conciencias de 1.400 millones de católicos. Y eso da para mucho, pues por tener autoridad para regular lo que está bien y lo que está mal, el criterio de un Pontífice suele tener una influencia decisiva en la conducta de sus fieles. Por eso el trono de San Pedro y la silla gestatoria son tan apetecibles, sobre todo para quien se considere elegido por Dios para tal cometido. Y por eso son inevitables las peleas sordas del cardenalato por ocupar el cargo, y que han dado a veces resultados dramáticos. En esas porfías palaciegas, unos doce Papas han sido asesinados por sus contrincantes, y la muerte de otros tantos está en duda, como sucede con la de aquel Juan Pablo I cuyo pontificado solo duró 33 días. Constatar también que más de cuarenta papas sufrieron martirio, algo que a cualquiera le quitaría las ganas de optar al relevo en ese micropaís que veda el acceso a cargos a las mujeres. Si ustedes deciden revisar la historia del papado, encontrarán secuencias de hechos realmente entretenidos, hechos que a menudo están en contradicción con la doctrina que ahí se predica. Por ejemplo, el llamado Cisma de Occidente, en el que tres autodenominados papas, uno español y de Peñíscola, se disputaron la tiara con violencia, apoyados por sus correspondientes séquitos cardenalicios. Más divertido aún es lo de la silla testicular papal, 'sedia stercoraria', un asiento con agujero en la que los papas recién elegidos debían sentarse con el pantalón bajado para demostrar su masculinidad. «Duos habet et bene pendentes», era la frase con la que el inspector de la cosa legitimaba el pase. También es gracioso lo de aquellos dos papas, León XIII y Pío X, que hicieron publicidad a favor del 'Mariani Wine' o 'Vin Mariani', un burdeos antecedente de la Coca-Cola que llevaba cocaína disuelta y que, por tanto, era un buen estimulante para quien desempañara oficio tan estresante como es el de representar a Dios en la tierra. Pero si quieren disfrutar con un Papa que se saltó a la torera todas las reglas de juego para hacer de su sotana un sayo, ese fue Alejandro VI, el Papa Borgia, español de Játiva. Escriban en la ventanita de Google 'Banquete de las Castañas' y ya me dirán…
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