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Ser rey no es fácil y debería estar reservado solo para superhombres. Además, como las coronas se trasmiten de padres a hijos, no siempre da ... eso el mejor resultado. Claro que peor era la fórmula que en historia se conoce por 'morbo gótico', 'morbus gothorum', que consistía en que el monarca es asesinado a puñal por el candidato a sucesor, método que llevó a la tumba a más de once soberanos godos. Lo cual también avisa de que los peligros para un rey no siempre vienen de fuera. Hay un episodio my indicativo de cómo el toque godo aún impregna las relaciones reales. Sucedió cuando Pedro I el Cruel, hijo de Alfonso XI y de María de Portugal, se ciñó la corona tras el óbito paterno. Como su padre había tenido amores y diez bastardos con una tal Leonor de Guzmán, noble dama de la Casa de Trastámara, los hermanastros de Pedro I exigieron cuota de poder. Y, por eso, un hijo de Leonor llamado Enrique, por pillar cetro y trono y convertirse en Enrique II de Castilla, no dudó en usar la daga, y en el Castillo de Montiel acuchilló a Pedro I hasta la muerte.
Ya digo que ser rey no es fácil. Mira Fernando de Aragón. Llegó a la boda con Isabel la Católica con diecisiete años y varios hijos, uno de ellos designado arzobispo de Zaragoza con cinco años, algo difícil de mejorar. Obligado a dejar sucesor, y por tener hijos con su segunda esposa Germana de Foix, Fernando murió por hartarse de polvitos de cantárida afrodisíaca y de turmas de toro. Y es que ser rey no es fácil.
Si nos vamos a los Borbones, la cosa pinta en colores. Felipe V, primer Borbón, fue muy recto hasta que la cabeza se le fue. Bipolar y paranoico, acabó encerrado en palacio, en soledad, desnudo de cuerpo entero, llorando a mares, comiendo sus propias heces y saltando a cuatro patas porque se creía una rana. Y es que ser rey se las trae. Su hijo y sucesor, Fernando VI, tras la muerte de su esposa Bárbara, fue poseído por una demencia absoluta. Empujado por el consumo de opio, mordía a los criados porque se creía perro, y disparaba su propia mierda contra sus confesores. Y es que ser rey crea tensiones personales irresolubles, más si andas flojo de mollera.
De hecho, otro Borbón, Fernando VII, siempre ha sido modelo de la deriva psicótica que afecta a quienes se creen el ombligo del mundo. No te digo nada de su hija Isabel II, a la que con dieciséis años casaron con su primo, un homosexual declarado llamado Francisco de Asís, lo que no impidió que la reina ninfómana fuera madre en doce ocasiones. Y es que ser rey no es fácil. Ni apetitoso.
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