Volver a empezar
En 1933 subió al poder Adolf Hitler, un tipo cuyo apetito invasor no le cabía bajo el uniforme
Begin the beguine', que estamos en ello ya que muchos políticos actuales muestran toques de Atila, Napoleón, Colón o Gengis Khan por intentar ampliar sus ... áreas de influencia para saciar su apetito invasor. China ansía reconquistar Taiwán, y acaba de robarle a Filipinas una isla del archipiélago Spratly, mientras disputa con Japón las Senkaku; España anhela incorporar Gibraltar a la corona, al igual que Mohamed VI anda a la caza de Melilla, Ceuta y Perejil; Argentina mantiene un conflicto gordo con Inglaterra por las Malvinas; a sangre y fuego Netanyahu pretende 'benidormear' la Gaza palestina para hacerla 'resort' de yanquis; y Putin trabaja de asesino para incorporar Ucrania al viejo imperio zarista. Si los estadistas siguen con estas disputas territoriales vamos a estar entretenidos hasta el infinito. Aunque ahora lo que interesa de verdad es conocer en qué consiste la necesidad acuciante que impele a Donald Trump, un nuevo batallador, a hacerse con el Canal de Panamá, con la danesa Groenlandia, ¿y con Canadá? Por eso ahora viene bien retroceder al año 1933 para recordar, aclarar o augurar futuros más o menos felices.
En 1933 subió al poder Adolf Hitler, un tipo cuyo apetito invasor no le cabía bajo el uniforme. Empieza anexionándose la Cuenca del Ruhr, en la Renania que se hallaba en manos francesas desde la I Guerra Mundial. A continuación reclama y ocupa los Sudetes checos; declara suyo el Protectorado de Bohemia y Moravia y de paso, se hace con Checoslovaquia. Luego, en un plisplás, se apodera de Austria. Como la Prusia alemana estaba separada por un tramo polaco de la Alemania fetén, reclamó derechos de paso, proyectó el Pasillo de Danzig y, de paso, se apropió de Polonia. Para no cansar con las cosas de Adolf el Glotón, enumeraré en breve una lista de los países que fue metiendo en la cartera antes de perder guerra y vida. Ocupó Dinamarca, Francia, Holanda, las Repúblicas Bálticas, Estonia, Letonia y Lituania, y las escandinavas, Suecia y Finlandia; también la zona yugoslava de Los Balcanes. Para acabar invadiendo la Rusia de Stalin para liquidar infrahumanos y desencadenar a lo grande aquella terrible World War II que dejó 60 millones de víctimas entre civiles y soldados. Y esta cifra de desgracias es la que parece haber olvidado mucha gente que, mediante un voto amnésico, aúpa al poder a personajes que caminan contra la historia, ya que parecen desconocer hasta dónde es capaz de llegar un fulano hitleriano con armas, pero sin alma.
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