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Donald Trump ha decidido desatar la tormenta arancelaria que venía anticipando desde el inicio de su campaña presidencial, y es interesante analizar las razones que ... esgrime para arriesgarse a una guerra comercial global. En los casos de Europa y China, Trump alude al déficit comercial de EE UU frente a estos, de 235 y 295 mil millones de dólares, respectivamente. Pero este déficit, aún en su enormidad, es una excusa muy pobre con la que justificar una escalada arancelaria, porque EE UU genera por sí solo el 20% de la riqueza mundial, y alimentar un PIB tan descomunal implica necesariamente tener que importar recursos y bienes de producción de forma masiva. Dicho de otra forma, EE UU importa en cantidades ingentes porque es una nación increíblemente rica, a la que le sale a cuenta recurrir a la importación como impulso a su crecimiento y prosperidad. Si es cierto, no obstante, que a Trump le asiste cierta dosis de razón cuando critica el excesivo proteccionismo europeo. Si de puertas para adentro la UE presenta la mayor área de libre comercio del mundo, de puertas para afuera ha desarrollado un engranaje inigualable a la hora de crear costosas barreras de entrada para proteger algunos de sus sectores menos competitivos.
En el caso de China, las cosas son radicalmente distintas, ya que es el país que realmente está desestabilizando el orden económico global con su agresividad, que se manifiesta en sus intentos de manipulación interesada del precio de su moneda y de otras monedas extranjeras; en la exportación de deuda a países en desarrollo; en las distorsiones que crea en los mercados de materias primas, o en su desprecio a las reglas de la Organización Mundial del Comercio en materia de propiedad intelectual. Pero mientras EE UU importa masivamente porque es increíblemente rica, China se ve obligada a potenciar sus exportaciones porque es más pobre y su consumo interno es desproporcionadamente bajo, ya que el poder adquisitivo de 1.600 millones de chinos sigue lejos de igualar el de los europeos y estadounidenses. Además, el estallido de su burbuja inmobiliaria y su particular 'crash' financiero, que viene padeciendo desde 2022, la ha hecho depender aún más de dichas exportaciones para poder seguir creciendo.
La lectura que se extrae de estas dos realidades es que Trump estaría persiguiendo objetivos distintos dependiendo de a quién aplica los nuevos aranceles y, en el caso europeo, probablemente pretenda obtener más réditos políticos que económicos.
En cuanto a China, sería bueno que los asesores de Trump le hiciesen ver que europeos y norteamericanos vamos en el mismo barco, y que contener a China para que respete las reglas de juego del comercio internacional debería ser la prioridad a ambos lados del Atlántico. Desde ese punto de vista, Trump estaría corriendo más riesgos de los que le conviene si aprieta a sus socios europeos hasta el punto de ahogarlos. Una vez mostrado el palo, alguien debería advertirle de que también le convendría ofrecer alguna zanahoria a Europa, porque el rival común a batir está en Asia.
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