Karikó
Con solo copiar y pegar alguna de las frases que nos han ido regalando los premiados con los Princesa de Asturias, tendríamos un artículo de ... lujo. La exquisita presencia de científicos, deportistas, artistas y escritores pone de relieve la cantidad de talento que existe en el mundo. Su presencia en Asturias alimenta el espíritu y genera más hambre de conocimiento. Hay ahí algo poderoso.
La científica húngara Katalin Karikó posó emocionada frente al cartel de recibimiento que dispone la Fundación Princesa para los ganadores. La bioquímica ha sido uno de los grandes descubrimientos de esta edición. Sabíamos de ella, creo que cualquiera que haya estado un poco alerta sobre las interioridades de la vacuna anticovid conocía su existencia, pero ha sido en Oviedo donde hemos podido disfrutar a placer de Karikó. Su nombre está ya ligado al uso de la molécula de ARN mensajero con fines terapéuticos. Ha sido su particular obsesión desde los años ochenta del siglo pasado, obsesión compartida con otro de los galardonados, el científico Drew Weissman. Ambos llevan más de veinticinco años desentrañando los misterios del ARN y sorteando, al tiempo, el rechazo a sus conclusiones. «Nunca pensé que alguien fuera a valorar mis logros en vida. Siempre supuse que lo que yo hacía quizá serviría para que otros continuaran con mi labor», explicaba Katalin con la sonrisa dibujando un rostro dulce, pero decidido, inasequible, escribirá la historia del futuro, al desaliento. Ahora otras muchas enfermedades esperan las conclusiones de sus nuevos experimentos con el ARN mensajero. Ya se prueban vacunas contra el VIH, el cáncer, el dengue o el Zika. Incluso algún negacionista les deberá la vida.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión