Legislen. Trabajen. Hagan algo
Ellos son los que deben modificar el sistema. Ellos son el poder legislativo. Para eso se les vota
Cada semana, cuando me siento frente al papel en blanco, suelo tener una idea muy clara de lo que quiero compartir con ustedes. Pensamientos con ... los que, seguro, no siempre estarán de acuerdo, pero que reflejan una parte de la sociedad en la que vivimos. Ideas, juicios y valoraciones de temas políticos actuales que nos atañen porque suele decirse que la política, hasta la más vulgar, hasta aquella que da risa, aunque nosotros la ignoremos, queramos o no, nos afecta. Y hoy, aquí sentada, frente a esta página que leen, no soy capaz de hacerlo; de llenarla. El papel me mira retador, incluso con cierto aire arrogante, y cada línea que escribo, cada frase garabateada, es enseguida borrada. Adelante y atrás. Incluso lo he intentado a mano, en lugar de hacerlo frente a la pantalla del ordenador, pues suele ser para mí más sencillo trazar así las palabras, pero tampoco ha dado resultado.
¿Me he quedado sin ideas? ¿Acaso me he vaciado de repente? ¿Se han ido las musas de mi lado y no tienen intención de regresar? No. En realidad no tiene que ver con eso. Las musas son revoltosas, pero siempre vuelven y siempre me ayudan a que está página cobre vida y ustedes tengan un artículo que leer.
Lo que me sucede, lo que me hace borrar cada frase, avanzar y retroceder en la escritura, es la sensación de que nada de lo que escribo hoy, y es importante recalcar el 'hoy', es importante porque lo verdaderamente capital tiene que ver con otros asuntos. Los indultos, la desproporcionada subida de la luz, los fondos europeos y su reparto, las mil y una peleas entre Ayuso y Sánchez o entre Ayuso y cualquiera, no son substanciales. Tampoco lo es una manifestación, a la que voy pero no voy, celebrada en plan juego de patriotas o una mesa de diálogo para no sé sabe ya qué dialogar. No. Nada de eso me importa. Hoy no. Porque hoy mi mente está llena de nombres de mujer. De todos las asesinadas en estas últimas semanas. También del nombre de niños.
Cada vez que un hecho de estas características sucede, nuestros políticos, los encargados de legislar para evitar que esto suceda, al menos intentarlo (políticas de educación, sobre todo de educación, ahí creo que está la clave. Prevenir), salen en ruedas de prensa con cara compungida, elevando la mirada al cielo y llenan sus discursos de pésames. A través de sus perfiles en las distintas redes sociales se lamentan por lo ocurrido e, incluso, prometen mejoras, pero ¿saben? Tan solo un par de días después, cada vez estoy más convencida de ello -y es algo que duele- esos mismos políticos, muchos de ellos, demasiados para el corazón de cualquiera, se olvidan de la muertas, de las asesinadas, y se dedican a lo que últimamente más parece llenarles que es batallar por todo. Ni siquiera en un asunto tan serio y feroz, cruel e inhumano como es esta violencia criminal, son capaces de actuar como 'hombres de Estado'. Ni siquiera. Pueden ponerse de acuerdo en vacunar a la selección española de fútbol, pero no son competentes para condenar sin fisuras este tipo de hechos o para tomar medidas urgentes al respecto. Ellos son los que deben modificar el sistema. Ellos son el poder legislativo. Para eso se les vota. Legislen de una vez. Hagan algo de verdad. En el fondo, aquí debería decirles que hagan su trabajo, por el que cobran.
Así, hoy, este papel, al final, sí se ha llenado y lo ha hecho, en realidad, como mi pensamiento, de reproches.
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