Gracias para perderse por el aire
Esa es la grandeza humana: hacer bien al prójimo, desde una ayuda en una gestión cotidiana hasta desafiar a la muerte, sin pretender una recompensa, a veces ni siquiera verbal
Entre los recuerdos que guardamos quienes supimos del drama de hace un año a través de los medios, está el de los numerosos testimonios de ... afectados supervivientes de las destructivas inundaciones, que agradecían a personas anónimas su ayuda decisiva para salvarles. Una mano, una barca, una escala, un helicóptero… En ocasiones podía identificarse un uniforme, un lugar exacto, los rasgos del rescatador. En otras muchas, las urgencias impedían saber a quién se debía la vida. La gratitud, en estos casos, es obligada y, si cabe, más desprendida porque quien realizó el esfuerzo heroico, arriesgado y solidario lo ha hecho s sabiendas de que, puesta a salvo la persona rescatada, ni tiempo había para ser retribuido con un 'gracias' que tampoco iba a ser seguido de un 'de nada'. Se ha reconocido a la ciudadanía en general y a algunas personas concretas, igual que a cuerpos y organizaciones esenciales en tan desgraciados momentos. Pero, como todo en la vida, hay miles de sujetos ejemplares cuyo comportamiento quedará en el anonimato o en la pura transmisión a los círculos familiares, sin pretensiones de ver en la acción una proeza.
Esa es la grandeza humana: hacer bien al prójimo, desde una ayuda en una gestión cotidiana hasta desafiar a la muerte, sin pretender una recompensa, a veces ni siquiera verbal. Cuento esto a propósito de un agradecimiento personal que, junto a un grupo de españoles desplazados a la República Dominicana en los últimos días, debemos a la Embajadora de España en aquel país. Resumidamente, se acaba de celebrar en Santo Domingo el XI Congreso de Academias Jurídicas de Iberoamérica, que rota su celebración entre una localidad española y otra del Nuevo Continente. Acudí, como suelo hacer, en condición de presidente de la Real Academia Asturiana de Jurisprudencia e invitado a intervenir en el primer panel del evento, junto a personalidades cuya trayectoria en el campo del Derecho me acompleja. Era un honor y un deber. Pero, en estas, con todo organizado, irrumpió 'Melissa'. Este huracán, nos dice ya la Wikipedia actualizada, «es un poderoso ciclón tropical activo en el mar Caribe, que actualmente está en oriente de Cuba y que sigue en su trayectoria en Bahamas y Bermuda, y que además dejó daños e inundaciones significativos en Jamaica. Ha sido catalogado dentro de la categoría 5 en la escala de huracanes de Saffir-Simpson, siendo estos los más fuertes que pueden formarse en la Tierra». Una inclemencia que lleva no pocos días golpeando los piélagos caribeños y que aún dará guerra durante varias jornadas más. Hoy, todavía hay tormentas sobre La Española y el siguiente sábado las volverá a haber, previsiblemente, con abundante lluvia.
Uno de los grupos de congresistas españoles partimos de Barajas sabiendo de las graves inclemencias, cuando, además, el vuelo anterior de Madrid a Santo Domingo había sido cancelado. Pero despegamos y aterrizamos en el aeropuerto de Las Américas sin mayores incidencias y fuimos recogidos en la terminal por la organización del encuentro, vinculada al Poder Judicial del país. El trayecto en microbús hasta el hotel ya testimoniaba la magnitud de lo que venía del cielo: lluvias torrenciales que en algunos tramos del itinerario superaban la altura de la mitad de las ruedas del vehículo. Y puedo asegurar que, en toda nuestra estancia, sólo registré algunos minutos aislados sin caída de agua a cántaros.
Lo peor, como casi siempre, el miedo generado por las predicciones, en estos tiempos ofrecidas al instante. El riesgo de que el ciclón se centrase justo sobre nuestras cabezas era cierto, aunque no tardó en saberse que, fundamentalmente, se dirigía hacia la cercana Jamaica, donde, como se ha dicho, los efectos han sido graves.
Y aquí viene mi gratitud y mi satisfacción de ver cómo, lejos de lo que son Estados fallidos, la acción de España en el exterior es elogiable y tranquilizadora. En los momentos más amenazantes, con la declaración de alerta tomada desde la Presidencia de la República y los empleados públicos obligados al teletrabajo, llegó al hotel la embajadora de España, doña Lorea Arribalzaga Ceballos, quien nos ofreció la protección de la legación y la suya personal. Fue una presencia tranquilizadora que nos dio garantías ante un recrudecimiento de la situación que, en aquella isla, no se produjo y, siempre con tormentas, pudimos regresar a nuestro país. Creo que la colonia española en Santo Domingo, importante, está de suerte con una representante de España tan sensible y eficaz como la señora Arribalzaga, que lleva poco tiempo en este destino, procedente de Eslovaquia.
Y termino con el título de este comentario. Gracias lanzadas al aire porque es muy raro que la señora embajadora vaya a saber de esta expresión de reconocimiento de un profesor provinciano. Pero, al menos en mi conciencia, no quiero parecer ingrato.
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