Enfermedad
Tengo la suficiente edad como para haber comprobado que el nombre de determinadas enfermedades se ocultaba porque quienes las padecían, o sus familias y sus ... amistades, sentían vergüenza y miedo de que los pudiesen acusar de contagiar dicha enfermedad.
Ocurrió con el cáncer y mucho más reciente sucedió algo parecido con el SIDA, ahora pasa con una enfermedad antigua como la sarna, pero que tras el COVID reapareció con mucha virulencia. También se esconde, quizás porque históricamente se relacionó con la pobreza y la suciedad.
No deja de llamarme la atención que, antes y ahora, las enfermedades mentales resulten invisibles. No les gusta a las familias reconocer que algún miembro de la misma está ingresado en la unidad de psiquiatría de un centro hospitalario. Tampoco se sienten muy cómodos quienes tienen que comentar que van a visitar a un enfermo mental, lo que se habla con absoluta normalidad cuando alguien habla de ver a un enfermo por cualquier otro tipo de dolencia. El silencio suele acompañar a los problemas mentales. Sin embargo, el dolor y la angustia es el mismo para las familias y para las personas enfermas que se encuentran en un hospital, sea el ingreso debido a una fractura, a un problema renal, a un desprendimiento de retina o a una cuestión mental.
Hace nueve años, y en estas mismas páginas de EL COMERCIO, escribí un artículo titulado 'Salud Mental' en el que hablaba de las dificultades de abordar esa enfermedad y en la que insistía en la necesidad de dedicar más recursos para enfrentarla y, terminaba diciendo que, en caso de no hacerlo, cada año sería mayor el número de personas afectadas, lo que significaría una dificultad añadida no sólo para ellas, y sus familias, sino para el conjunto de la sociedaD. Y eso es lo que está ocurriendo.
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