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En una reunión entre personas amigas se habla de un asunto que, como el río Guadiana, sin razones aparentes se adueña de pronto de grandes ... titulares en los medios de comunicación y a la misma velocidad a la que llega pasa a ocupar un mínimo espacio o directamente desaparece. La conversación giraba en torno a los desahucios, una cuestión que, ante tantos problemas en el mundo y en esta nuestra querida España, en el que el acceso a la vivienda no parece un tema menor, llevamos una temporada en la que apenas si se habla de ellos. Sin embargo, según un informe publicado por el Consejo General del Poder Judicial, el número total de desahucios practicados en el segundo trimestre de 2024 fue de 7.850, un 7,8% más que en el mismo trimestre de 2023. Pero quienes sufren el drama de un desahucio no son un número, son personas que asisten desvalidas a la aplicación de unas formas brutales. En este sentido, puede servir como ejemplo el caso de una familia que recibió, desde Suiza, una carta en la que les comunicaban que la firmante había comprado el piso que habitaban y que a partir de ese momento se multiplicaba por dos el precio del alquiler.
Es importante señalar que la deshumanización no sólo se da en los propietarios de una vivienda (o en los bancos, a quienes no les importa dejar en la calle a cualquier persona con tal de aumentar sus beneficios), lo que aterra es la cantidad de individuos que ante estas situaciones se acogen al discurso fácil de culpabilizar a quienes se ven obligados a abandonar su vivienda utilizando la injusta expresión de «por algo será» haciendo alusión a cualquier tipo de adicciones.
Sin una casa, sin un hogar, no hay vida posible y para un ser humano, cualquier ser humano, que nadie lo olvide, lo más importante es vivir.
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