Demolición moral
El título anuncia bien el tema de hoy, pero no es original, pues la referencia a una «operación de demolición moral» está tomada de una ... reciente carta que Sánchez, aún presidente mientras escribo estas líneas, ha enviado a sus afiliados.
Tampoco es nueva en el sanchismo la estrategia de utilizar las acciones propias para achacárselas a la oposición sin rubor alguno. Lo que sí es novedad es que ese relato ya no podrá calar más en una opinión pública que ha presenciado la crudeza de la degradación moral en la que –presuntamente– ha venido chapoteando una parte del gobierno y del partido socialista.
Ese gobierno había venido a dar ejemplo, pero ha dado pruebas de estar plagado y rodeado de individuos más propios de una película de Torrente. Han estado dirigiendo los designios del PSOE durante años, todo ello al parecer con conocimiento de Sánchez.
Todo el mundo sabe ya que lo único que mueve al presidente es su permanencia, que sólo servirá para ver cómo su situación judicial y parlamentaria empeora. Dice que no se rinde porque no puede «dejar el país en manos de la derecha», demostrando con ello que él también se toma a broma las encuestas de Tezanos.
Es triste que finalmente lo que haga colapsar la legislatura sea la bajeza moral, el trincar a manos llenas protagonizado por estos zafios personajes que presumían de feministas. Y es triste porque a pesar de su gravedad no son sus acciones las que han venido poniendo en riesgo nuestra democracia.
Llevamos años presenciando una degradación institucional y de la separación de poderes cuyos peligros de fondo no han escandalizado tanto como los acontecimientos que estamos conociendo ahora. Saltamos ante el agua hirviendo de una mordida, pero nos aburre la lenta cocción del autoritarismo.
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