Secciones
Servicios
Destacamos
Se cumplen estos días los 30 años del asesinato de Gregorio Ordóñez a manos de ETA. La Audiencia Nacional aún tiene abierto un sumario que ... intenta aclarar quién dio la orden, pero sabemos los nombres de los autores materiales: Txapote, Zapata y Lasarte.
Gregorio no confiaba en su futuro político, pero su vocación de servicio público en plenos años del plomo le llevaron a tener el mayor respaldo social que un político del PP tuvo en San Sebastián. La posibilidad real de que ese respaldo le llevara a la Alcaldía fue lo que provocó su sentencia. Llevar la enseña del PP en las instituciones del País Vasco en aquellos años era lo mismo que tener una diana en la nuca, y cada día un puñado de concejales salían por la mañana a hacer su trabajo sin saber si volverían a ver a sus familias. No es mal día para reconocer su coraje.
Treinta años después, Bildu es aliado del Gobierno, a los asesinos se les da tratamiento de héroes, las víctimas están silenciadas y desde todos los sectores de la izquierda española se nos dice que no hablemos de ETA, porque ya no existe, que mejor hablar de un dictador que murió en la cama hace cincuenta años.
Pero ahora sabemos que uno de los asesinos de Gregorio lidera un núcleo duro de presos que llama a retomar la lucha desde un «nuevo movimiento de liberación», y se definen como «una brasa roja no apagada». Así que no, que no nos digan que ETA está muerta, porque no sólo vive en la memoria de las viudas y los huérfanos, sino en el ánimo de aquellos que no sólo aún no han pedido perdón, sino que reniegan públicamente de la estrategia política abertzale de utilizar los cauces democráticos, impulsada además por el blanqueamiento del actual gobierno.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.