De la ley a la ley a través de la ley (II)
Manuel Barba
Abogado
Martes, 25 de febrero 2025, 18:13
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Manuel Barba
Abogado
Martes, 25 de febrero 2025, 18:13
Estimado lector, frente a las mentiras y tergiversaciones del gobierno socialcomunista, le propongo que siga recordando conmigo la historia política de España, porque desde la ... legítima defensa como ciudadano demócrata considero que es necesario un debate cultural y discurso alternativo, desacomplejado, con pedagogía democrática, explicando a los españoles que a la democracia y a sus instituciones hay que defenderlas, porque lo que estamos viviendo ahora va de defensa de la democracia frente a quien desde una personalidad psicopática y narcisista, sin empatía alguna, no tiene límites, ni internos en su propia organización política (hace ya mucho que dejó de ser un partido político), ni prácticamente externos debido a la parasitación de las principales instituciones democráticas.
Lea e imagínese esta sesión de las Cortes españolas: Trece millones de españoles han encendido la televisión para ver la sesión definitiva del pleno de la reforma política. La tribuna de invitados está a rebosar. Es, probablemente, la sesión más importante de las diez legislaturas de las Cortes de Franco. El presidente toma la palabra: «Se va a proceder a la votación». El Gobierno, con Adolfo Suárez al frente, necesita que lo apoyen dos tercios de la Cámara. Un total de 43 procuradores se han ausentado, por lo que habrá 497 papeletas. Esto significa que hacen falta que 332 sean afirmativas. La votación comienza a las 20.50 horas y se prolonga durante media hora. De uno en uno, sus señorías van ejerciendo su derecho: 'sí, no o abstención'. El señor secretario dará cuenta del resultado de las votaciones. Adolfo Suárez está sentado en su escaño, a la derecha del presidente de las Cortes. Mantiene un gesto serio y el ceño fruncido. Fernández-Miranda observa atento mientras muerde la patilla de sus gafas de cerca. «Votos afirmativos, 425. Votos negativos, 59. Abstenciones, 13». El proyecto de ley ha sido aprobado. «Se levanta la sesión», concluye el presidente de las Cortes, Torcuato Fernández-Miranda.
Treinta y siete años después del final de la Guerra Civil, la legalidad franquista ha sido formalmente derogada. La democracia se abre camino. El siguiente paso es el referéndum, convocado para el 15 de diciembre, casi un mes después.
El contenido de la Ley para la Reforma Política era aparentemente sencillo, pero de una profundidad transformadora. Constaba de cinco artículos que establecían las bases para la creación de unas Cortes bicamerales (Congreso de los Diputados y Senado) elegidas por sufragio universal, directo y secreto. Además, otorgaba a estas nuevas Cortes la capacidad de modificar la constitución, lo que abría la puerta a una reforma profunda. En esencia, la ley permitía la convocatoria de elecciones libres y la creación de un sistema político pluralista, sin necesidad de una ruptura violenta con el pasado.
La aprobación de la ley no estuvo exenta de dificultades. Aunque fue respaldada por las Cortes franquistas, muchos de sus miembros eran conscientes de que estaban votando su propia disolución. Sin embargo, el gobierno de Suárez logró convencer a una mayoría de que la reforma era necesaria para evitar un caos político y social. El referéndum del 15 de diciembre de 1976, en el que la ley fue aprobada por una amplia mayoría (94% a favor), demostró el apoyo popular a la transición hacia la democracia.
La Ley para la Reforma Política significó para España el inicio de la democratización que culminaría con la aprobación de la Constitución de 1978. Fue un acto de consenso y pragmatismo que permitió superar las divisiones del pasado y sentar las bases de un sistema político estable y pluralista. Además, la ley demostró que era posible una transición pacífica desde un régimen autoritario hacia una democracia, algo que en ese momento no era común en el contexto internacional.
Si la Transición limitó el poder del Ejecutivo, devolvió la soberanía al Legislativo, consolidó la independencia del Judicial y liberó la economía del control estatal, el sanchismo avanza sin frenos para desmantelar cada uno de estos logros y gobernar sin restricciones. Si algo nos enseñó la Transición es que la democracia no se consolida sola. La responsabilidad, nos guste o no, recae también en la sociedad civil, que debe reaccionar antes de que sea demasiado tarde. Nadie va a venir a salvarnos luego, ténganlo claro.
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